VII Carta-Circular del Consiliario Nacional: Junio 2017
VII carta-circular: mes de junio, consagrado al Sagrado Corazón de Jesús, con su solemnidad y las grandes festividades que culminan el tiempo pascual: Pentecostés, Santísima Trinidad, Corpus Christi… Además tenemos el mensaje eucarístico en las apariciones de la Virgen en Fátima. Todos los puntos son impulsos más que poderosos para iluminar y examinar nuestra vida para realizar las tareas cristianas-apostólicas- para este mes…
¡Sea de todos alabado el Corazón de Jesús Sacramentado!
¡Por siempre sea… bendito y alabado!
Queridos hermanos y hermanas adoradores (as) de Jesús Sacramentado en la ARPU:
Con este saludo que muchos hemos rezado y cantado desde niños, que recoge también y expresa la piedad, la fe y el amor de los cristianos durante siglos hacia el Sagrado Corazón vivo y palpitante en el Santísimo Sacramento, me dirijo en este mes de junio a vosotros en esta VII Carta-pastoral sobre algunos puntos o temas pero que incluyen otros varios y hermosas realidades.
1.- El culto al Corazón de Jesús y el carisma de la ARPU
En efecto, este saludo eucarístico nos evoca que el Corazón de Jesús está vivo y palpitante en la Eucaristía, nos ambienta en que estamos en su mes, rico de contenidos para nuestra vida espiritual, eucarística y apostólica; nos ayuda a sintonizar con nuestro carisma en la ARPU. El “sea de todos alabado” para nosotros equivale a “sea adorado en todos los Sagrarios de la Tierra”, sea creído, amado, adorado… Jesús que está vivo, con ese Corazón “que tanto ha amado a los hombres y en cambio no recibe más que olvidos, desprecios, hasta ultrajes…”. Son Palabras de Jesús a santa Margarita María de Alacoque, vidente de su Corazón.
Entre nuestros fundadores y cofundadores tenemos un gigante de doctrina, de fe, de vivencia en este culto esencial al Corazón y al amor humano y divino de Jesucristo en la Eucaristía.
Baste citar y comentar un poco a “nuestro” San Manuel González García[1].
Pongo sus palabras entre comillas: “El Corazón de Jesús es el ‘laboratorio’ donde se han forjado la Eucaristía y la Iglesia” (n.1). De su Corazón (y del Corazón del Padre) salió el envío del Espíritu Santo para el perdón de los pecados en el Día de la Pascua (cf. Jn 20, 22-23) y como preparación para la efusión y el envío más pleno en Pentecostés (cf. Hch 2,1-11) como “alma de la Iglesia naciente” (Prefacio) y para todos los tiempos.
¿Nos dejamos mover por sus inspiraciones y mociones o nos resistimos a ellas? ¿Le tenemos como “dulce huésped del alma” (Secuencia de Pentecostés) o lo contristamos y desechamos? Se le invoca para que el pan y el vino (en la Misa, momento de la epíclesis) con las palabras del sacerdote “se conviertan” en el Cuerpo y la Sangre Gloriosos de nuestro Señor Jesucristo, ¿nos dejamos convertir por Él personalmente y como miembros de la Iglesia por el amor y la unidad? ¿Le invocamos para que venga (a mí, a ti) antes de hacer nuestra adoración eucarística? ¿Y antes de hacer cualquier apostolado? y ¿antes de confesarnos? Y ¿antes de hablar de Jesús? por que nadie puede decir “Jesús es el Señor” si no es por acción del Espíritu Santo (cf.1Co 12, 3b.).
¿Le invocamos todos los días para ofrecernos con Cristo al Padre en su santo sacrificio del Altar con nuestras oraciones y trabajos, alegrías y sufrimientos, etc.?
“Manantial de sangre que lava los pecados y diviniza a los hombres”. De su costado traspasado “salió sangre y agua” (Jn 19, 34); sangre de redención, de la Eucaristía, y el agua y la gracia del Bautismo a renovar, a acrecentar, si por desgracia se hubiera perdido en algunos y entibiado en otros, quizá en nosotros.
“Incensario del que salen expírales blancas de alabanza y desagravios” (n. 2).
Que nuestro culto a la Eucaristía y al Sagrado Corazón sea culto a la Santísima Trinidad: hagamos el trisagio en el día de la Solemnidad al menos (día 11). Y en cualquier Domingo y ocasión. Seamos “Incensario” de eucaristía, es decir, de acción de gracias y alabanza, honor, adoración y reparación al Dios Trino y Uno que tiene corazón vivo.
Pensémoslo con frecuencia en estas relaciones que han de ser íntimas y efusivas también en este mes, en la solemnidad de Pentecostés, en la festividad de la Santísima Trinidad, en la solemnidad de nuestra festividad principal, la del Corpus Christi (día 18), festividad que hemos de vivir de tal modo que dure su gracia para todo el año: “es una gracia de Dios, que cada año llena de gozo a quienes toman parte en ella” (San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia n. 10). Y, por supuesto, en la misma fiesta del Sagrado Corazón de Jesús (día 23).
Si la Eucaristía edifica la Iglesia y la Iglesia -en otro nivel- hace la Eucaristía, ambas son fruto del amor del Corazón de Jesús. El mismo hecho de que Jesús, invisible desde la Ascensión pero realmente -de la manera más densa- haya querido quedarse presente, aunque oculto en el Sacramento, ha de movernos a corresponder generosa y apostólicamente en nuestra condición de adoradores suyos en la ARPU. Con razón ponemos tareas para cada mes y siempre las tendremos que realizar según nuestras fuerzas, ocasiones y posibilidades.
Otra presencia de Nuestro Señor es la que tiene en su Vicario en la Tierra como cabeza visible de la Iglesia, el Papa, el “Dulce Cristo en la Tierra” (Santa Catalina de Siena); es también un don de su amor. Lo consideramos y celebramos en la fiesta eclesial del día del Papa, solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo (día 29).
La misma solemnidad de la Natividad del Bautista (24 de junio) y, por qué no cada día, ha de evocarnos que Jesús Sacramentado cuenta con nosotros para que le mostremos (con hechos y palabras) a las gentes diciéndoles y señalando los sagrarios: “He aquí al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”. Quiere contar con nosotros como contó con el Precursor porque hay mucha necesidad de mostrarle y avivar la fe en su Presencia eucarística y motivar a adorarle con nuestro ejemplo y palabras. Por supuesto, contó con la Virgen María y San José. Contó con unos pobres niños en Fátima. Ahora cuenta con nosotros.
2.- Mensaje eucarístico en las apariciones de la Virgen en Fátima.
Estamos en el año centenario de las apariciones de la Virgen en Fátima (1917-2017). Está muy reciente (13 de mayo pasado) la Visita Pastoral del papa Francisco a Fátima para la conmemoración de este I Centenario de las Apariciones de la Virgen en Fátima a los tres pastorcitos: Francisco, Jacinta y Lucía. El mensaje (o mensajes) de la Virgen son bien actuales. No los voy a especificar ahora, baste decir que vienen a recordar aspectos esenciales de la Revelación divina. También tienen connotación eucarística. El Papa Francisco hablando de los niños recién canonizados, los proponía como “un ejemplo para nosotros” en la adoración eucarística:
“Como un ejemplo para nosotros, tenemos ante los ojos a san Francisco Marto y a santa Jacinta, a quienes la Virgen María introdujo en el mar inmenso de la Luz de Dios, para que lo adoraran. De ahí recibían ellos la fuerza para superar las contrariedades y los sufrimientos. La presencia divina se fue haciendo cada vez más constante en sus vidas, como se manifiesta claramente en la insistente oración por los pecadores y en el deseo permanente de estar junto a «Jesús oculto» en el Sagrario”.
Estos santos niños, san Francisco y santa Jacinta, videntes de la Virgen, canonizados ya (Sor Lucía aún no), nos estimulan a ser adoradores y apóstoles de la Eucaristía, a encender en otros el deseo de ir a estar con Jesús en el Sagrario. Su aspecto eucarístico lo tengo destacado en sus figuras, n. 93 de mi libro[2].
3.- Cómo y cuándo vivir esta relación intrínseca de amor entre la Eucaristía y el Corazón de Jesús. Pues al celebrar y vivir de estos misterios y festividades.
Pensemos y contemplemos este amor de Jesús, de amante Corazón en estas festividades, realidades divinas y eclesiales, y cuando realizamos nuestros compromisos de adoración al Santísimo:
– la media hora semanal ante un sagrario,
– el acto eucarístico mensual comunitario, y en otras normas eucarísticas como la visita al Santísimo a ser posible diaria,
– en las Comuniones sacramentales bien preparadas por las espirituales durante el día,
– en otras reuniones y celebraciones propias de la ARPU (cada mes).
– en la procesión más importante del año en la que Quien sale a nuestros lugares de vida cotidiana, de calles y plazas, no es una imagen o símbolo (como en Semana Santa) sino el mismo Jesucristo, Hijo de Dios vivo: Cristo vivo, el Resucitado-Sacramentado. “Es Cristo que pasa” bendiciendo, amando, consolando, curando, derramando sus beneficios… a todos que le miran y acompañan con fe y Amor.
Sobre el significado y contenido histórico, celebrativo y espiritual del “Corpus et Sanguis Christi” aporta bastante nuestro Manual de la ARPU[3].
– Haciendo nuestra ofrenda diaria que culmina en la celebración eucarística de la que brota como su fuente y a la que tiende como a su centro y fin. Todo con amor a Dios y al prójimo.
De su gozosa y entusiasta celebración ¿sacaremos fuerza, convicción y experiencia para todo el año sabiendo que Jesús nos acompaña todos los días de nuestra vida según su promesa? (cf. Mt 28, 20).
4.- Nuestro apostado eucarístico como redundancia y sobre abundancia del amor a Cristo.
Sí, porque “obra son amores y no buenas razones” y “amor con amor se paga”. Una manera concreta es ver cómo se realizan las tareas que se señalan para cada mes.
“El corazón de Jesús es ‘horno’. Mas aún, es ‘volcan’ de donde sale el fuego de amor que ha impedido e impedirá que el mundo se muera de frío…”.
Si “ex abundatia cordis os loquitur”: si de la abundancia del corazón habla la lengua”: “pange, lingua, gloriosi”, ¿nuestra lengua canta este misterio? ¿Hablamos a la gente del amor de Jesús en la Eucaristía, en la Santa Misa, en la Comunión, en los Sagrarios? Sería algo sospechoso de que están fríos y no tenemos ese fuego de amor a Jesús si no lo comunicáramos a los demás, hablando de Él…
Hemos de hacer las cosas, nuestros compromisos de amor con Jesús, los apostolados de la ARPU porque nos salen del corazón, porque “nos da la gana” que es la razón más sobrenatural.
Una buena jaculatoria para este mes podría ser: “en tu costado, Señor, quiero beber el amor, en tu costado, Señor, quiero vivir el amor”. Así seremos personas, cristianos, adoradores “caloríficos” como Jesús como la Virgen María, Madre-Mujer Eucarística por excelencia, que dan calor a este mundo que se muere de frío en sus relaciones por no tenerlas con Dios, con los demás como de buenos hermanos. Este es el problema de los hombres.
Por todo ello, pidamos lo que no tenemos ni podemos, deseemos y trabajemos para realizar lo que expresaba el mismo canto eucarístico con el que comenzaba esta carta:
“Oh, Corazón puro, haced os rogamos
Que ninguno viva ni muera en pecado”.
Buena jaculatoria para este mes.
Y como tareas:
1ª.- Seguir difundiendo fichas de adhesión, trípticos informativos de la ARPU, de inscripción de adoradores (por tercer mes consecutivo y siempre ). Buenas ocasiones estas festividades. Aprovechémoslas.
2ª.- Cumplimentar con diligencia la ficha sobre formación o información de Consejos Diocesanos que a la que se refiere nuestra Delegada Nacional, Charo Bartolomé.
En su día hemos de informar a la Conferencia Episcopal. Si los Delegados (as) y, sobre todo, los Consiliarios Diocesanos que pongáis no tuvieran el nombramiento oficial de parte de su Obispo, se lo pediríamos o propondríamos nosotros según nos corresponde por los Estatutos.
Todo ello nos lo pide y espera Jesús Sacramentado por nuestro amor.
“Que Jesús siempre me (os) guarde,
Queridos adoradores,
Que en la ARPU correspondáis
A Sus ardientes amores”:
– los del Corazón de la Trinidad beatísima,
– los de su Corazón traspasado en la cruz y ahora glorioso,
– los de su Corpus et Sanguis (Christi),
– los de la Iglesia, su amada esposa,
– los de cada uno de nosotros, de todos los hombres…
Burgos, uno de junio de 2017,
memoria de san Justino, mártir,
65º aniversario de mi Primera Comunión.
Fdo.: José Luis Esteban Vallejo. – Consiliario Nacional de la ARPU
[1] Cf. Un Corazón hecho Eucaristía, Editorial Regina, Barcelona 1995, p.18, nn.1-3.
[2] José Luis Esteban Vallejo, Figuras y textos eucarísticos, Monte Carmelo, Burgos, 2010, pp.407409.
[3] cf. José Luis Esteban Vallejo, La Eucaristía al ritmo y tiempo de la vida del cristiano, Monte Carmelo, Burgos, 2003, pp.275-284.