XXXVIII Carta-Circular del Consiliario Nacional: Mayo 2020

MEDITACIÓN SOBRE LA PASCUA 

Queridos adoradores (as) de Jesús Sacramentado en la ARPU 

 A Jesucristo, Señor nuestro, que por nosotros y resucitó, Venid, adorémosle vivo en la Eucaristía.

 

         Con esta invitación OS INVITO a seguir celebrando con gozo la Santa Pascua: ¡Felices Pascuas en la alegría de Cristo Resucitado!

No obstante la situación tan difícil, especialmente dolorosa en que seguimos y sigue gran parte de la humanidad donde ha llegado la pandemia “corona virus”, deseamos que el gozo de la Pascua del Señor nos llene y podamos dar y llenar a los demás y consolar y ayudar a los que pueden necesitarlo tanto. Desde que Jesucristo ha resucitado todo tiene un sentido nuevo y esperanzador. Dios sabrá sacar de los grandes males, grandes bienes, v.g. de la pandemia COVID -19. Así será si le dejamos, si queremos aprender la lección y las señales que Él nos da.

1.-  MEDITACIÓN sobre LA PASCUA

Para ello os propongo para este mes esta meditación sobre LA PASCUA del Papa Benedicto XVI cuando aún era de teólogo Joseph Ratzinger[1].  Dice así:

“La Pascua se celebraba en casa. Así lo hizo también Jesús. Pero después de la comida, él se levantó y salió fuera, rebasó los límites establecidos por la ley, porque pasó al otro lado del torrente Cedrón, que señalaba los confines de Jerusalén. No tuvo miedo del caos, no quiso esquivarlo, se adentró en él hasta lo más profundo, hasta las fauces mismas de la muerte. Jesús salió, y esto significa que, pues las murallas de la Iglesia son la fe y el amor de Jesucristo, la Iglesia no es plaza fortificada, sino ciudad abierta; y, en consecuencia, creer significa salir también con Jesucristo, no temer el caos, porque Jesús es el más fuerte, porque él penetró en ese caos, y nosotros, al afrontarlo, le seguimos a «Él». Creer significa salir fuera de los muros y, en medio de este mundo caótico crear espacios de fe y de amor, fundados en la fuerza de Jesucristo. El Señor salió fuera: éste es el signo de su fuerza”.

Bajó a la noche de Getsemaní, a la noche de la cruz, a la noche del sepulcro. Y pudo bajar porque, frente al poder de la muerte, Él es el más fuerte; porque su amor lleva en sí el amor de Dios, que es más poderoso que las fuerzas de la destrucción.

Su victoria, por tanto, se hace real justamente en este salir, en el camino de la Pasión, de suerte que, en el misterio de Getsemaní, se halla ya presente el misterio del gozo pascual. Él es el más fuerte; no hay potencia que pueda resistírsele ni lugar que Él nos llene con su presencia. Nos invita a todos a emprender el camino con él, pues donde hay fe y amor, allí está él, allí la fuerza de la paz, que vence la nada y la muerte”.

“Al finalizar la liturgia del Jueves Santo, la Iglesia imita el camino de Jesús trasladando al Santísimo desde el tabernáculo a una capilla lateral, que representa la soledad de Getsemaní, la soledad de la mortal angustia de Jesús. En esta capilla rezan los fieles; quieren acompañar a Jesús en la hora de su soledad”.

“Este camino del Jueves Santo no ha de quedar en mero gesto y signo litúrgico. Ha de comprometernos a vivir desde dentro su soledad, a buscarle siempre, a Él, que es el olvidado, el escarnecido, y a permanecer a su lado allí donde los hombres se niegan a reconocerle. Este camino litúrgico nos exhorta a buscar la soledad de la oración”.

“Y nos invita también a buscarle entre aquellos que están solos, de los cuales nadie se preocupa, y renovar con él, en medio de las tinieblas, la luz de la vida, que «Él» mismo es. Porque es su camino el que ha hecho posible que en este mundo se levante el nuevo día, la vida de la Resurrección, que ya no conoce la noche. En la fe cristiana alcanzamos esta Promesa.

“Pidamos a Jesús en esta Cuaresma-Pascua  que haga resplandecer su luz por encima de todas las oscuridades de este mundo; que nos haga entender, también a nosotros, que Él permanece siempre a nuestro lado en la hora de la soledad y el vacío, en la noche de este mundo, y que así edifica, por nuestro medio, la nueva ciudad de este mundo, el lugar de su paz, de la nueva creación”.

Creo que es fácil que cada quien la medite y saque algunas consecuencias o propósitos para la vida cristiana y eucarística.

2.- Unas preguntas de examen sobre cómo vimos la vida eucarística.

Son  para ayudaros por mi parte a examinarse sobre cómo vivimos la Santa Misa y ver cómo relacionamos con ella toda nuestra vida para que sea eucarística. La celebración anual, aún reciente del Jueves Santo, tan esencial para la vida de la Iglesia (cf. Ecclesia vivit de Eucharistia = La Iglesia vive de la Eucaristía, Encíclica del Papa San Juan Pablo II, 17 abril a. 2003) y de tanto significado para los adoradores en la ARPU me ha movido a hacerme y a haceros una docena de preguntas: 

1ª.- ¿Cómo participo o deseo participar en la Santa Misa, actualización del sacrificio Pascual de Jesucristo?, ¿digna, atenta y devotamente?

2ª.- Al comenzar la celebración. En el primer saludo del sacerdote: “El Señor esté con vosotros” o bien otro que corresponda ¿ejercito ya mi fe enseguida en que estamos “reunidos en el nombre del Señor” y en que Él ya –por estar Resucitado- se hace presente en su comunidad?

3ª.- Dentro de la Liturgia de la Palabra de Dios (1ª parte o Mesa de la Palabra). ¿Escucho atento, dispuesto a recibir el alimento de la Palabra que me da vida?, ¿Me alimento para iluminar las realidades de mi existencia y trato de aplicármelas (a mi situación personal, eclesial, familiar, social, laboral…)? ¿Cómo puedo o sé iluminar las realidades y situaciones tan difíciles y dolorosas… que provoca la pandemia que envuelve, agobia y mata a tanta gente (miles y miles) de nuestra humanidad?

4ª.- En la oración de los fieles. ¿Pongo fervor, piedad, sentido universal y eclesial a las intenciones por las que rezamos, además de las personales?

5ª. Dentro de la 2º parte o Mesa de la celebración eucarística.

¿Sé poner en el altar (patena, cáliz del Sacerdote) la parte (o gota de agua) que me corresponde de mi vida para que  “trayendo al altar los gozos y las fatigas de cada día podamos ofrecer un sacrificio agradable a Dios Padre todopoderoso”?

¿Llevo a ella mis oraciones y trabajos, sufrimientos y alegrías de cada día, gozos y esperanzas, apostolados y afanes evangelizadores?

6ª.-  Ya en la  Plegaria eucarística que comienza con el prefacio. ¿Doy gracias a Dios por todos los beneficios recibidos y por los motivos de cada celebración?

¿Me uno a los coros angélicos para cantar las alabanzas y la gloria del Señor Dios, Trino y Uno, por el misterio que celebramos y anticipando ya con ellos la adoración dichosa y perfecta de los Cielos?

7ª. En los momentos de la consagración: ¿Me pongo de rodillas en señal de fe y adoración?, ¿Avivo la fe de que el mismo Jesucristo glorioso se hace realmente y sustancialmente presente por medio de la innovación que hace el Sacerdote al Espíritu Santo y por las palabras del relato de la institución? ¿Con qué atención y veneración escucho las palabras de la consagración?

8ª.- Mirando con fe y amor al Señor en la elevación de la Santa Hostia y del Cáliz de la salvación. ¿Le dirijo algunas jaculatorias encendidas, v.g., “Señor mío y Dios mío”; “Señor Jesús, tú te entregaste por nosotros, por mi”; “humildemente te adoro, oh Dios escondido, oculto en los velos de vino y de pan” (Adorote devote); “Auméntanos (me) la fe, esperanza y caridad”?

9ª.- ¿Me ofrezco con Cristo al Padre en el santo Sacrificio del Altar (El Memorial de su “Pasión salvadora y Resurrección gloriosa”?

10ª.- ¿Invoco al Espíritu Santo con las palabras del Sacerdote  cuando pide al Padre que el pan y el vino se conviertan en el Cuerpo y la Sangre gloriosos del Señor? Y después de la Consagración ¿que nos convirtamos en un solo cuerpo eclesial los que comemos del mismo Pan y bebemos del mismos Cáliz?

11ª. ¿Me uno a las intercesiones por toda la Iglesia, por los vivos y difuntos?

12ª.- En la doxología mayor de la Santa Misa ¿sé unir mi gozo y canto de alabanza, mi vida entera para glorificar ´por Cristo, con Él  y en Él a Dios Padre, etc.…´? ¿Respondo con fuerza ‘Amén’? ¿Sé decir algo así como que mi vida suba hasta Dios “como incienso en su presencia”, y “el alzar de mis manos como Ofrenda de la tarde”? (incienso-sacrificio de alabanza- unido al de Cristo en la tarde del Calvario).

Otros muchos más aspectos y dimensiones, nombres y realidades tiene la Sagrada Eucarística como “Presencia” Real  (por antonomasia) que es la que destaca la ARPU como sus objetivos propios y específicos para adorarla y darla a conocer); la  “Comunión” sacramental, como “signo de unidad y vínculo de caridad”,  como “anticipo del Cielo”, como “medicina de inmortalidad “…, podrían darnos tema de meditación para preguntarnos cómo lo vivimos; los dejamos para otras ocasiones, si bien en nuestro Manual (de la ARPU) están ya hechos seis formularios al respecto (Cf. pp. 185-189).

3.- Las Comuniones Espirituales

Dadas las circunstancias en que no encontramos de “ayuno eucarístico” para muchos, Las Comuniones Espirituales “suplen” de alguna manera, a las Comuniones Sacramentales; de alguna manera, digo, porque el deseo de la Amada (el alma) solo se cura con la presencia, Comunión y el encuentro con el Amado. Por ello poníamos ya en el mes pasado como Memorare, sobre todo mientras dure la situación de pandemia coronavirus y en este mes también otra fórmula. Miremos a la Virgen. ¡Cómo comulga! Os pongo luego otra fórmula.

4.- Otras cosas a recordar:

1ª.- La media hora de compromiso de amor y adoración al Santísimo en la  ARPU, también se puede y debe hacerse como cuando se está enfermo y no se puede salir de casa. Se os recordaba por la Delegada Nacional el mes pasado.

2ª.- Tratad de estudiar y responder al Cuestionario que también se os adjuntaba en el mes pasado. No me digáis, amigos míos, que ahora no tenemos tiempo libre en casa…etc.

3ª. Estamos ya en el mes de la Virgen María. La data de esta Carta es de 1 de mayo 2020 con lo que significa para la piedad pascual, mariana, josefina de la Iglesia: en la fiesta del trabajo, mirar a San José, Modelo de trabajadores y de santificación de todo trabajo porque Él todo lo hacía por, con y para Jesús. 

Estamos, digo, ya en el mes de la Virgen María, reina y madre de todas las flores, de la primavera, de la creación renovada por el Resucitado con las flores, símbolos  de todas  las virtudes.

Coincidiendo además plenamente con el Tiempo Pascual nos puede ayudar a vivir la plenitud de la Redención de Cristo que Él nos ha ganado en los días de su vida mortal con su obediencia al Padre, “a gritos y con lágrimas” (Hebreos 5,7) para que nosotros -con sus méritos- con tantos sacrificios y mayor amor como contemplábamos en los días de su Pasión salvadora.

4ª.- En el Memento o Memorare de este mes se os adjunta la “Oración del Papa Francisco a la Virgen para la protección ante enfermedades”. Muy propia para la pandemia que tanto nos envuelve y agobia.

5ª.-  Asimismo, Os pongo aquí también esta otra fórmula de Comunión espiritual.

Unidos en el Señor Resucitado y Sacramentado y en nuestra Madre Inmaculada.

Burgos, primero de mayo de 2020, año -para historia- de la pandemia universal “coronavirus” o COVID-19.

Vuestro Consiliario Nacional, José Luis Esteban Vallejo, Pbro.

 

[1]. Tomada de la publicación semanal -Semana  Santa- de la Parroquia de San Bartolomé y San Jaime de Nules-Castellón.

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