ADORACIÓN REAL, PERPETUA Y UNIVERSAL AL SANTÍSIMO SACRAMENTO (ARPU)

 

 

ABRIL 2023

CARTA CIRCULAR ARPU

Queridos adoradores(as) de Jesús Sacramentado en la ARPU:

En primer lugar un saludo cordial a todos y a todas, me corresponde este mes hacer una reflexión sobre la Pascua, teniendo en el recuerdo a Don José Luis que con sus cartas nos hacía vivir en sentido del carisma de ARPU y que nos entregáramos en cuerpo y alma a ser mensajeros del amor de Dios y de contemplarlo en el Sagrario dedicando un tiempo de nuestro día a día a estar en silencio delante de Jesús, espero que las palabras que os voy a transmitir nos hagan pensar en el que significa la Pascua y como aplicarla a la adoración al Santísimo, desde el corazón que así sea.

CELEBRAMOS LA PASCUA, ¿QUÉ ES? 

Para los cristianos cada semana comienza el domingo. Es el primer día y el más importante porque en él hacemos memoria de la Resurrección de Jesús. 

Además, hay un tiempo durante el año en que se celebra especialmente la Resurrección de Jesús, por ser el núcleo de nuestra fe. Ello ocurre en la gran Solemnidad de la Pascua, que se celebra juntamente con su Santa Pasión durante el Triduo Pascual (Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de Resurrección). 

El origen de la fiesta de la Pascua no es específicamente cristiano, como casi todas nuestras fiestas. Pero sí que tienen un sentido distinto porque se viven desde el acontecimiento Jesucristo. 

La fiesta de la pascua original consistía en sacrificar a los primeros corderos que nacían (en el cambio del invierno a la primavera) para agradecer a Dios la abundancia que ofrece la naturaleza. Esta fiesta fue reconvertida por el Pueblo Judío tras la liberación de Egipto. La última de las plagas que envió Yahvé para convencer al Faraón que le liberase fue la muerte de los primogénitos humanos y animales. Para que no afectase a los primogénitos judíos Yahvé le dijo a Moisés que tenían que sacrificar al cordero más joven, untar las jambas y el dintel de las casas y comer la carne con hierbas amargas (Ex 12). Desde entonces celebran la Pascua judía ofreciendo el cordero a Yahvé, hasta hoy. 

Jesús cambia el sentido profundo de la fiesta de la Pascua. Con Él vamos a dejar de sacrificar corderos porque Él se va a entregar definitivamente por nosotros. Dios ya no quiere más sacrificios, sino que lo que quiere es que respondamos a su llamada de amor desde la libertad, quiere que transformemos nuestros corazones de piedra en corazones de carne (Ez 11,19 y 36,26). A partir de ahora, Jesús es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, es el cordero que se ofreció por nosotros (1Co 5,7; Ap 5,12). 

En este tiempo se nos invita a alegrarnos profundamente porque el Señor ha resucitado y porque con él estamos llamados a resucitar. 

¿CUÁNDO SE CELEBRA? 

Se celebra durante 7 semanas, desde el Domingo de Resurrección hasta el Domingo de Pentecostés. De hecho, pentecostés significa día 50 en griego, que son precisamente los días que transcurren entre ambos días. 

San Atanasio nos recuerda que estos 50 días han de ser celebrados con alegría y exultación como si se tratase de un solo y único día festivo, más aún, como un gran domingo. 

El Domingo de Resurrección no tiene fecha fija, sino que se determina por el calendario lunar (mostrando así su relación con el calendario judío). Concretamente, se celebra la Pascua el primer domingo después de la primera luna llena posterior al equinoccio de primavera. Por tanto, ese domingo cae entre el 22 de marzo y el 25 de abril. 

¿CÓMO CELEBRARLO? 

El signo más evidente de este tiempo es el Cirio Pascual, el cual se encenderá durante la Vigilia Pascual y permanecerá iluminando todas las celebraciones hasta el día de Pentecostés. El color litúrgico es blanco, como el Cirio. 

Además, se recuperan signos que dejaron de realizarse durante la Cuaresma: se vuelve a adornar las Iglesias con flores, se acompaña la lectura del Evangelio con el canto del aleluya. 

Se recomienda que los niños reciban su primera Comunión durante los domingos de Pascua. 

El agua bendecida durante la Vigilia Pascual será el agua con la que se bauticen los nuevos cristianos durante el siguiente año. 

UNA PEQUEÑA MEDITACIÓN FINAL 

Durante este curso nos hemos arriesgado, esforzado y comprometido… el tiempo Pascual es propicio para sentir a Jesús resucitado en nuestra vida. 

Te invito a disfrutar de los frutos que provoca frecuentar la compañía de Jesús de la mano de Javier Leoz: 

Buscar los frutos de la Resurrección 

Si no busco el poder, ningún poderoso podrá hacerme daño.

Si no ambiciono riquezas, jamás me sentiré amenazado por la miseria.

Si no corro tras los honores, convertiré toda humillación en humildad.

Si no me comparo con nadie, seré feliz con lo bueno que hay en mí mismo.

Si no me dejo invadir por la prisa, encontraré tiempo para todo lo necesario.

Si no soy esclavo de la eficacia, daré el fruto que los demás esperan de mí.

Si no me enredo en la competitividad, entraré en comunión con lo bueno que hay en todo.

Si vivo a fondo el momento presente, seré dueño absoluto del pasado y del futuro.

Si acepto el fracaso en mi vida, habré librado mi vida de toda frustración.

Si vivo para el AMOR, el AMOR estará siempre vivo en mí. 

¡¡FELIZ PASCUA!!

(Mn Alberto Para, Rector de la Parroquia de San Francisco de Asís) Pueblo Nuevo (Barcelona)

REFLEXION:

En la Eucaristía adoramos a Dios en Jesucristo, y Dios Uno y Trino, porque en Dios no hay divisiones, Jesucristo es Uno con el Padre y el Espíritu Santo y, como enseña el Concilio de Trento, está verdaderamente, realmente, substancialmente presente en la Eucaristía.

La divina presencia real del Señor, es el fundamento principal de la adoración y devoción al Santísimo Sacramento, No está, pues, fundada la piedad eucarística en un puro sentimiento, sino precisamente en la fe.

Por tanto, “este culto de adoración se apoya en una razón seria y sólida, ya que la Eucaristía es a la vez sacrificio y sacramento, y se distingue de los demás en que no solo comunica la gracia, sino que encierra de un modo estable al mismo Autor de ella”.

La Eucaristía es el mayor tesoro de la Iglesia ofrecido a todos para que todos puedan recibir por ella  gracias abundantes y bendiciones. La Eucaristía es el sacramento del sacrificio de Cristo del que hacemos memoria y actualizamos en cada Misa y es también su presencia viva entre nosotros. Adorar es entrar en íntima relación con el Señor presente en el Santísimo Sacramento.

Los adoradores(as) de ARPU, adorando a Cristo reconocen que Él es Dios, y adorándolo ante el Santísimo Sacramento confiesan su presencia real y verdadera en el Sagrario. Los que adoramos al Señor no solo cumplimos con un acto de devoción sino que también damos testimonio del tesoro más grande que tiene la Iglesia, el don de Dios mismo, el don que hace que el Padre del Hijo, el don de Cristo de si mismo, el don que viene por el Espíritu: la Eucaristía.

El encuentro con Jesús en el Sagrario y en la contemplación (adoración) es necesaria también para poder encontrarle en la vida, en el hermano y poder verle con los ojos de amor que Dios lo ve.

Estar delante de Jesús en el Sagrario, no es otra cosa que la capacidad, o mejor aún, el “don” de saber establecer un contacto de corazón a corazón con Jesús, y a través de Él, llegar hasta el Padre.

Nadie mejor que Don José Luis para que seamos conscientes cual es nuestro carisma y de cómo lo tenemos que poner en práctica, os pongo un fragmento de la circular que nos escribió en Abril de 2018 y que tenía como reflexión también la Pascua:

“Correspondencia obliga. Sí, porque Jesucristo está realmente, sustancialmente.

Sí, “ha resucitado verdaderamente” proclamamos con aleluya (con gozo y alabando a

Dios) como estribillo durante 50 días, cada domingo, pascual semanal, y siempre. Así lo hace la Iglesia; lo lógico es que estemos con Él. Con el mismo con Quien estaremos en el Cielo.

Nuestro carisma así habla de que el Señor “quiere ser adorado por todos, a todas las horas, en todos lo sagrarios de la Tierra; se va realizando este deseo del Señor cada vez que un nuevo adorador se inscribe, se une a la “cadena de amor”, que decía la Fundadora Principal, en torno a los Sagrarios todos de la Tierra. 

Vivamos así no sólo la Cincuentena pascual sino todo el año con nuestras prácticas eucarísticas y apostólicas acostumbradas: 

– En la media hora semanal de adoración que tenemos como compromiso fundamental de amor con el Señor;

– En algún acto eucarístico comunitario (al menos uno al mes),

– En las Vistita al Santísimo que hemos de procurar hacer alguna cada día,

– En ver si nuestras celebraciones de la Santa Misa y las mismas Comuniones sacramentales, preparadas por las espirituales, nos transforman de tal manera que vivamos a la luz de la Pascua.

– En anunciar y comunicar a los demás esta Presencia adorada de Jesucristo, Señor nuestro.”

Que Cristo Resucitado sea siempre nuestro guía en el camino de la vida y que por siempre y en todo momento sea alabado el Corazón de Jesús Sacramentado.

Barcelona, 1 de Abril de 2023

Fdo. Bartolomé Chapa González. Delegado Diocesano en Barcelona y Tesorero del Consejo Nacional de la ARPU.

Como complemento para la reflexión en este tiempo de Pascua os dejo la homilía que el Santo Padre, el Papa Francisco realizo en la Vigila Pascual, en la noche santa de la Resurrección del Señor el 16 de abril de 2022

HOMILÍA DE LA VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA

Las mujeres buscaban en el amanecer del aquel primer día de la semana los restos de un muerto, perseguían la añoranza de un pasado que ya no existía, querían embalsamar el cuerpo de Jesús como muestra del amor que traspasa la muerte y que quiere apresar la memoria para que nuestros seres queridos no desaparezcan de nuestra vida. Sin embargo, se van a encontrar con algo distinto a lo que esperan, se van a encontrar con la Buena Noticia: “Ha resucitado. No está aquí”.

Esta noche santa, la más santa de todas las noches del año, nuestra Madre, la Iglesia nos anuncia la noticia gozosa que cambia nuestra vida y la vida del mundo: ¡CRISTO HA RESUCITADO! Aquel que el viernes contemplábamos colgado en una cruz y muerto ante la indiferencia del mundo, no está en el sepulcro, no vive entre los muertos, ha resucitado. Y nuestro corazón desborda de alegría, una alegría que no podemos dejar encerrada en nosotros, sino que con ella queremos inundar las entrañas del mundo y contagiarlo con este gozo desbordante. Que se alegre el Cielo y goce la tierra, que se estremezca el corazón de los creyentes, y hasta el de aquellos que no lo son, porque la vida ha vencido a la muerte y el amor al odio.

1. Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado?, les pregunta el joven que encuentran las mujeres en el sepulcro. Es la búsqueda que siempre da inicio a la fe. No hay fe sin búsqueda. Si la fe es encuentro con el Señor, la falta de búsqueda impide la fe. Para creer hay que salir, hay que aventurarse a las sorpresas, porque Dios es siempre sorprendente. ¿Cómo iban a imaginar aquellas discípulas de Jesús que fueron de noche a la tumba lo que les iba a suceder, la luz que iban a recibir? Cuando uno busca a Dios con sinceridad de corazón siempre lo encuentra. Es la experiencia de todo creyente: al buscar descubro que ya antes era buscado y hasta encontrado por Dios. Que bien sabéis esto, queridos catecúmenos, que esta noche vais a recibir la fe por los sacramentos de la iniciación cristiana; buscando, quizás, sin saber qué, os habéis encontrado con el Dios de Jesucristo que ha llenado vuestros corazones de un misterioso gozo, el que nace de la experiencia de sentirse amados.

La pregunta que el joven le hizo a las mujeres es también para todos nosotros: ¿Buscáis a Jesús el Nazareno? ¿dónde lo buscáis? ¿cómo la buscáis?

A Jesús no se le encuentra en el sepulcro, en la tierra de los muertos, a Jesús se le encuentra en la vida. “Hay que estar dispuesto a entrar en el Misterio, que es capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla (cf. 1 Re 19,12). Entrar en el misterio nos exige no tener miedo de la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no entendemos, no cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar los interrogantes… Entrar en el misterio significa ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón” (Homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual de 2015). Y hay que hacerlo desde la humildad, desde un corazón sencillo que no pretende dominar, comprenderlo todo, sino deja sus propias seguridades y la soberbia del corazón para aceptar que Dios tiene razón, que el camino que ha elegido para su Hijo es el camino de la felicidad, y experimentar y gozar así su presencia salvadora.

2. El evangelio de san Marcos es el colofón de toda la historia de la salvación que hemos leído y meditado esta noche. Desde el comienzo del mundo hasta la plenitud de los tiempos que ha llegado en Jesucristo, Dios ha ido acompañando el camino de la humanidad con su amor, una presencia fiel y llena de ternura. La historia de la humanidad ha sido guiada por la acción de Dios que la ha convertido en historia de salvación. Cada una de nuestras historias son también, queridos hermanos, historia de salvación, porque es Dios quien la sostiene y la guía hasta su meta definitiva, cuando todas las cosas encuentren su plenitud en Él. Mientras tanto caminamos entre dificultades, pero sabemos que Cristo ya ha vencido, y nosotros con él, por eso nuestro caminar se hace en confianza y en esperanza.

3. El bautismo que los catecúmenos recibirán esta noche, y que los demás renovaremos, especialmente la primera comunidad del Camino Neocatecumenal de Ciempozuelos, nos arranca del reino de la muerte al que nos había abocado el pecado para incorporarnos a Cristo. Muertos y sepultados con Cristo en su muerte, resucitamos con él a una nueva vida; renunciamos al hombre viejo que nos sometía y esclavizaba para renacer como hombres nuevos por la resurrección de Cristo.

Esto es pura gracia, mis querido hermanos, pero también una tarea, la de vivir según nuestra condición de hijos de Dios. Ya no servimos al pecado, ahora somos servidores de aquel que por nosotros murió y resucitó. Hermosa vocación y hermosa misión: ser testigos del Señor Resucitado en nuestra vida, en todos los ámbitos de nuestra vida, en la familia y en el trabajo, en privado y en la vida pública, con nuestra palabra, y, sobre todo, con el testimonio de nuestra vida de santidad.

Querido catecúmenos, esta noche, por el bautismo recibiréis el regalo de tener a Dios por padre y a la Iglesia por madre; recibiréis el don del Espíritu Santo que os configura con Cristo y os da la fuerza necesaria para ser sus testigos en la Iglesia y en el mundo, y os acercaréis a la mesa de la Eucaristía para comulgar con el Cuerpo y la Sangre del Señor, así entraréis en su misterio, él habitará en vosotros y vosotros en él, al tiempo que será las arras, el anticipo de la vida eterna, a la que estáis llamado por la fe en Cristo. No olvidéis nunca de lo que hoy recibís, de la gracia que marca vuestra vida, y de lo que O hacéis coherederos. Tened siempre a Dios por Padre, para vivir también en fraternidad con todos los hombres – la fraternidad es un don, pero también el compromiso de no mirar al otro como enemigo o competidor, sino mirarlo y tratarlo como hermano nuestro-. Y no olvidéis que la Iglesia es vuestra madre, seno materno que acoge, que arropa, que cuida y hace crecer, una Iglesia que nos da cada día a Jesús. Acercaos a la Iglesia para escuchar la Palabra, alimentaros con los sacramentos, especialmente la Eucaristía, y vivir la caridad.

Y vosotros, queridos hijos de la comunidad Neocatecumenal, vivir según la condición de hijos de Dios que hoy renováis después de un largo camino que os ya llevado a la fuente de vuestro bautismo. Testimoniad delante del mundo lo que Dios ha realizado en vosotros, su bondad y su misericordia. Decid a todos, que Dios los ama y quiere su bien, su salvación.

4. Pero, para terminar, volvamos al Evangelio y detengámonos a escuchar la misión de la que habla el joven de blanco a las mujeres: “Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro”. ¿Pero qué han de decirles? Que el resucitado va delante de ellos, que los antecede en la obra de la evangelización; no están solos, ni les fallará nunca el consuelo de su presencia; verán al Señor en su Palabra y en los signos que realicen. Es consolador experimentar que en la obra de la evangelización Cristo nos antecede y se hace visiblemente presente. Lo hemos experimentado, muchas veces hemos visto palpablemente la presencia de Cristo en nuestra acción apostólica, hemos podido comprobar como él ya había llegado a un hombre o a una situación concreta ante de que llegáramos nosotros. Quedémonos con el mensaje: Como aquellas mujeres, seamos discípulos y apóstoles del Resucitado para los demás.

5. Junto a cada uno de vosotros, queridos catecúmenos; junto a cada uno de nosotros, querido hermanos y hermanas, está siempre María. Ella que acompañó en la noche oscura a los discípulos y los sostuvo en sus miedos, ella que animó el camino de las mujeres al sepulcro y mantuvo la esperanza contra toda esperanza en la resurrección de su Hijo, acompañe también vuestras vidas y el camino de la Iglesia. Que la Madre del Resucitado nos ilumine y fortalezca en la obra de la evangelización para que todos podamos conocer y gozar la victoria de Cristo.

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