ADORACIÓN REAL, PERPETUA Y UNIVERSAL AL SANTÍSIMO SACRAMENTO (ARPU)

Enero 2025

Queridos adoradores de Adoración Real Perpetua y Universal al Santísimo Sacramento.

Nos encontramos ante un nuevo año, un nuevo reto en nuestro carisma como adoradores. En estas fechas somos llamados a hacer un balance del año que concluimos y ver que expectativas se nos abren para el año que comenzamos.

Durante el mes de diciembre, comienzo del año Litúrgico, hemos podido vivir la espera y preparación para los acontecimientos que íbamos a celebrar. Una espera con esperanza, la que tenemos que ir cultivando para que fructifique con fuerza en nuestra vida. La esperanza del encuentro cada vez más íntimo y profundo con el Esperado por generaciones, y que habita con nosotros, y en nosotros. “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él”. (Jn 14, 23)

Ante la verdad y el Misterio que aún estamos celebrando: “DIOS CON NOSOTROS” “EL VERBO ENCARNADO”, sólo podemos rendirnos para acogerlo en nuestro corazón y adorarlo, como hicieron los Pastores y los Magos de Oriente.

Escucharon la voz de Dios, y fieles a la llamada recibida, se pusieron en camino con diligencia para reconocer su grandeza, ofrecerle tributos y rendirle adoración.

Todo comenzó con un sí, el sí de María. A pesar de su asombro y turbación, estuvo abierta a escuchar y acoger la llamada del Señor en su vida, dispuesta a cumplir su misión. Cooperadora de nuestra salvación.

Mujer de fe.  Expectante: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón? El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios”. “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según su palabra”. (Lc 1, 34-35, 38).

María, no opone resistencia al anuncio del Ángel, y sólo en fe, sin entender nada, reconoce la grandeza del Señor sintiéndose esclava, y acepta la obra de Dios en ella.

María servidora: Podemos reconocer su amor y actitud de entrega sencilla y humilde ante el anuncio del Ángel sobre su prima Isabel, que en la ancianidad había concebido un hijo y ya estaba de seis meses la que llamaban estéril.

“… Se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá” (Lc 1, 39).

María proclama la grandeza del Señor: Nos dice la Escritura que cuando Isabel oyó el saludo de María quedó llena de Espíritu Santo, la proclamó bendita entre las mujeres y bendito el fruto de su vientre. La reconoce madre de su Señor, y entonces María entona el Cántico del Magníficat reconociendo su pequeñez y la grandeza de Dios.

Nos encontramos con la figura de José. Pese a su desconcierto, sin comprender nada, escucha la llamada del Señor y en fe, dócil a esta llamada se pone en camino. Camino desconocido para cumplir la misión a la que está siendo llamado. Nada fácil desde nuestra perspectiva humana; pero José nos muestra su fe inquebrantable ante los acontecimientos, y su disponibilidad para cumplir la voluntad de Dios y cooperar con los planes del Altísimo.

Los pastores, pobres, humildes, poco apreciados en la tradición judía, fue a los primeros que se les anuncia la venida del Salvador, “Os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor”.

Estaban preparados para acoger la Buena Nueva, creyeron el anuncio del Ángel y se pusieron en camino. “Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha comunicado”. Y volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído.

Los Magos de Oriente. Descubren la manifestación de Dios a través de la estrella que anuncia la venida del Salvador, del Rey de Judá. Atraídos por ella, muy seguros por la fe en las profecías y la promesa, se ponen en marcha para ir a adorar al Rey y ofrecerle sus dones, siguiendo la estrella que les guía. 

Podemos ver cómo el Señor está presente y se manifiesta en todo momento y circunstancia de la vida a sus hijos, a los que ha creado por amor, y por amor ha querido rescatar del pecado y de la muerte. Sólo hay que estar a la escucha de las mociones del Espíritu, de su palabra, y seguirlas en fe, el Señor siempre habla. Tenemos el ejemplo de estas personas y otras que no hemos citado, en el acontecimiento más importante de su amor y entrega a la humanidad. Todos podemos considerarnos hijos amados de Dios, pues lo somos. “Él nos ha hecho hijos en el Hijo”, entregado por amor para nuestro rescate y salvación. También a nosotros se manifiesta y nos habla.

Hoy podemos preguntarnos:

¿Hemos aprendido a escuchar al Señor?

¿Nos damos tiempos de silencio para escuchar su palabra y los sueños que tiene para nosotros, la misión a la que hemos sido llamados?

¿Estamos dispuestos y decididos a escuchar su voz, o la voz de nuestros deseos personales?

Como adoradores:

¿Qué lugar ocupa para mí la Adoración, es una cosa más en mi vida?

¿Cómo vivo los encuentros con el Señor en el Sagrario y en la Eucaristía?

¿Son importante para mí esos encuentros de intimidad y relación con Él? ¿en qué sentido, qué me aportan?

¿A qué me llama el Señor, a quedarme tranquilo con mí adoración personal, o a llevar más almas al Sagrario?

¿Qué puedo hacer, me lo he planteado?

Hablaba al principio de una espera en esperanza, y quiero terminar mencionando el Año Jubilar 2025 – PEREGRINOS DE ESPERANZA convocado por el Papa Francisco, en el cual se nos invita a vivir la esperanza en todas las facetas de nuestra vida. Espero que a lo largo del año no sólo demos pasos en este sentido para nuestra vida personal, sino que seamos testigos de esperanza para los demás. Es la llamada que estamos recibiendo.

Estribillo del Himno Jubilar 

Llama viva para mi esperanza,

que este canto llegue hasta ti,

seno eterno de infinita vida,

me encamino, yo confío en ti.

 

Si supieran los mortales, la eterna gloria que en Ti se encierra, tan sólo por visitarte ¡ay! cruzarían toda la tierra” (Doña Juana Carou)

Mi abrazo y oración,

Claudina Rodríguez Prieto, Vice-Delegada del Consejo Nacional y Delegada Diocesana del Consejo de Valladolid.

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