ADORACIÓN REAL, PERPETUA Y UNIVERSAL AL SANTÍSIMO SACRAMENTO (ARPU)
MAYO 2025
CORAZÓN EUCARÍSTICO DE MARÍA
Estimados miembros de la Adoración Real, Perpetua y Universal.
Antes de empezar lo que espero sea una breve reflexión, deseo traer a nuestro corazón el recuerdo del Papa Francisco, fallecido el pasado mes de abril. Me uno a toda la Iglesia en sus ruegos y plegarias por su eterno descanso.
Hoy comparto con vosotros una palabra complicada: Circumincesión. Es una cualidad del ser de Dios. Lo sé, es una palabrota, pero su significado me ayuda a introducir lo que voy a exponer. Esta palabra tan difícil de pronunciar significa que donde está una persona de la Santísima Trinidad están, a la vez, las otras dos; así donde está el Hijo (Dios y hombre verdadero) está, unido a Él, el Padre y el Espíritu Santo.
Un ejemplo y lo entendéis. En la creación del mundo crea el Padre, pero no sólo Él, crea también el Hijo y crea el Espíritu Santo en unión perfecta. El Padre pronuncia su Palabra creadora y el Espíritu da orden y vida. Así en la cruz en la que está pendiendo Jesús el hombre, como es Dios, pende el Hijo y por la Circumincesión pende el Padre y pende el Espíritu, sin confundirse entre ellas, ya que, aunque son tres personas distintas son un único Dios. Así en la Eucaristía se transubstancia el Hijo y están presentes el Padre y el Espíritu. Por esto, San Juan Eudes habla de los “tres corazones de Jesús que, sin embargo, no forman sino uno sólo”.
Como dice el mismo San Juan Eudes el primer Corazón es su Corazón Divino (del Hijo) que desde toda la eternidad ha estado en el seno de su Padre, y que no es sino el corazón y el amor de su propio Padre, y que juntos, constituyen el principio del Espíritu Santo. Por eso al darnos su corazón en la Eucaristía, ese Corazón martirizado hasta el extremo, nos dejó el Corazón de su Padre y de su Divino Espíritu; por lo que Jesús puede asegurar: “Como el Padre me amó así os he amado a vosotros” (Jn 15, 9). ¿No os parece maravilloso? Ahora entendemos aquella jaculatoria preciosa que enseñó la Virgen de Fátima a los tres pastorcitos: “Santísima Trinidad Padre, Hijo y Espíritu Santo os adoro en el Santísimo Sacramento”.
Y voy acercándome al final, pero tengo que dar una reflexión más antes de despedirme porque quiero hablar de un cuarto Corazón que está presente donde está el Corazón del Hijo y es el que algunos teólogos llaman el Corazón Eucarístico de María. Allí donde está la Madre está el Hijo, ya no sólo porque biológicamente Jesús sea sangre de su sangre y carne de su carne sino porque María es la Reina que está sentada a la derecha del Trono. En 1 Rey 2, 19 el Rey Salomón pide que coloquen un trono a su madre que iba a interceder por Adonías y en el libro de Salmos en el 45, 9-10 leemos: de pie a tu derecha está la Reina enjoyada con oro de Ofir. María es la Corredentora, la Abogada, la Mediadora de todas las gracias. Me conmueve sentir así a María junto al Sagrario y especialmente junto al altar en el momento de la Consagración donde sabemos que nos reunimos la Iglesia entera (triunfante, purgante y militante).
Puedo confesaros que mi experiencia vital es que al acercarme a María ella me acerca a Jesús, pero especialmente en la Eucaristía y me doy cuenta de que no puedo ser verdaderamente Mariano si no soy verdaderamente eucarístico. De alguna forma, cuando estoy adorando al Santísimo, el Corazón Eucarístico de María me dice: “Mira Su Corazón tan ofendido. Al menos tú ámalo” y Jesús me dice: “Ahí tienes a mi Madre que tanto sufre siendo mi especial Corredentora, consuela tú su Inmaculado Corazón”.
Tengo como tradición, ya desde que me lo enseñaron en el seminario, renovar mi consagración a María en el mes de mayo, una consagración más solemne, ya que intento renovarla cada día después de cada rosario con una breve fórmula de piedad popular.
María para mí ha sido y es sustento, amparo, paño de lágrimas, fuerza, catequista, modelo y yo intento ser, pobre de mí, tan imperfectamente, aprendiz, discípulo, hijo, siervo. ¡Cuánto tengo que aprender de María!, ¡cuánto tengo que agradecerle! Todo esfuerzo por honrarla y que otros la honren es insuficiente para corresponder a tanto amor, para agradecer que, gracias a ella, busque amar (no digo ame pues sería presuntuoso por mi parte) al Hijo en sus tres Corazones que forman uno sólo.
Y termino, ahora sí, felicitando a las mujeres de la ARPU, especialmente las madres, que celebráis este mes vuestro día. Vuestro papel es fundamental en la Iglesia pues sois sustentadoras en la fe de la comunidad cristiana, como hemos visto en las lecturas de los evangelios de la primera semana de Pascua, que frente a la duda y los miedos de los apóstoles y discípulos (Emaús), las mujeres creen y dan pronto testimonio.
Comparto un poema a María Reina que he leído y me ha parecido un regalo para este mes de mayo, espero os guste:
En el salón sin tiempo,
donde las paredes son de oro vivo
y el cielo se inclina en un perpetuo amanecer,
María, la Reina, se sienta a la derecha del Rey.
Su manto azul roza el suelo de cristal puro,
y su frente ciñe corona tejida de humildes estrellas.
Callan los Coros a su paso;
los Ángeles, enmudecidos, suspenden el canto,
y el universo entero se recoge en ese instante sagrado.
El Rey- antiguo como el alba,
joven como el primer latido de la vida-
alza su diestra y recibe a la Madre.
No hay palabras en sus labios
más la promesa eterna,
nacida antes de los mares y la primera chispa del sol,
se cumple en silencio.
María no gobierna con cetro ni espada,
sino con la gracia de quien comprende el dolor humano
y lo lleva, como perfume puro de nardo,
que sube hasta el trono divino.
Es intercesión, es misericordia,
Y los pueblos de la tierra, en su afán y espera,
elevaban plegarias hacia ella,
sabiendo que la Reina, en su infinita ternura,
los llevará como joyas preciosas ante el trono del Hijo Amado.
Valero Vilariño García, Vocal2 del Consejo Nacional y Tesorero dl Consejo Diocesano de Burgos de la ARPU