ADORACIÓN REAL, PERPETUA Y UNIVERSAL AL SANTÍSIMO SACRAMENTO (ARPU)
Junio 2025
LA VISITA AL SANTÍSIMO DE UN CRISTIANO CORRIENTE.
Puede ser la ya referida: la de aquel labriego de Ars, que preguntado por su Párroco (San Juan María Vianney), qué hacía tanto tiempo ante el Sagrario, sencillamente le contestó: «ÉI me mira y yo le miro».
O bien, otra versión, en caso de que no fuera el mismo personaje, hablando de la oración afectiva «que tenía cierto campesino anciano que se pasaba un largo rato por la mañana y lo mismo por la tarde, en la iglesia, sin mover los labios en oración vocal. Tan sólo tenía sus ojos, francos y candorosos, fijos en el Cordero que orna el Sagrario.
-«Qué hace ahí, abuelo Chanfangeon? -hubo de preguntarle, con todo, un día el cura Vianney, viéndole en muda inmovilidad.
¡Oh, señor cura! Hablo con el buen Dios, y él me aconseja».
Precioso -místico- modo de estar, de visitar, de adorar a Jesús Sacramentado.
2.- OTRA MANERA DE ENTENDER LA VISITA AL SANTÍSIMO
¿Qué es? es una manera amigable de estar con Jesús, de rumiar y rezar sus palabras de amor, de agradecerle que se haya quedado con nosotros, de decirle humildemente que somos suyos y que no queramos separarnos jamás de ÉI. Es una práctica de correspondencia al «Amor de los amores», de devolverle la visita que Él nos ha hecho cuando ha venido a nosotros en la Comunión, de haberse ofrecido por nosotros, de llevarle y hacerle presente en la vida de los hombres, de la Iglesia, de las personas conocidas en todas sus vicisitudes, etc. Es ésta -debe ser- la espiritualidad de la ARPU y demás Asociaciones eucarísticas.
La oración y compañía delante de Cristo presente en el Santísimo Sacramento que se guarda en los Sagrarios de nuestras iglesias nos ayuda a mantener la unión con Él que nos ha regalado por la comunión sacramental y es como una renovación de los compromisos de vivir la vida en la alegría y en la fuerza de este alimento celestial.
Es ciertamente la gracia de la Pascua en cada uno que reza en silencio y adora con corazón de niño. Por todo ello amemos la presencia eucarística (real, verdadera y sustancial) del Señor para que Él nos ilumine en nuestro vivir de cada día, para que nos sostenga y ayude a las personas que amamos, para que nos dé fuerza en las necesidades y en el fondo para que queramos estimar que ÉI se haya quedado en medio de nosotros, gozando de su amor y de su presencia misteriosa, llena de vida. Teniendo experiencia de que no estamos solos en el camino de la vida. Es una visita a Aquel que nos ha visitado primero y que (nos) «ha redimido a su pueblo» con su amor hasta la Cruz.
¿Qué hacer en las visitas a Jesús sacramentado? de la descripción anteriormente dada se desprende la respuesta a esta pregunta.
Puede hacerlo San Juan María Vianney, el santo cura de Ars, con una anécdota muy interesante al respecto: un feligrés iba cada día a la Iglesia y pasaba largas horas delante del sagrario, en silencio. Un día, movido ya por la curiosidad el Santo Cura de Ars, va a preguntarle qué le decía (a Jesús) con tantas horas delante del Señor Sacramentado. Y él le respondió: «sí, yo le miro y El me mira». cuánta sabiduría y profundidad había en aquel hombre de fe: mirar y dejarse mirar por Dios (amar y dejarse amar) con simplicidad, sabiendo que la mirada de Dios es amor», como decía San Juan de la Cruz. ¿Lo hacemos nosotros así al menos unos minutos cada día?
¿Me dejo mirar por Jesús y por su amor que todo lo transforma?
También podría responder Santa Teresa Benedicta de la Cruz, aquella joven judía, filosofa inteligente que se definía agnóstica y que acaba siendo bautizada y pronto carmelita hasta morir mártir de fe y de amor en el campo de concentración de Auschwitz; ella misma explica que la había impresionado muchísimo el testimonio de una buena mujer católica, anónima, que al volver del mercado, acostumbraba a entrar en la iglesia que la joven estaba visitando por curiosidad: la ve arrodillarse con tanta fe delante del Santísimo, rezar con el capazo cerca y marchar después toda contenta. Y ella se preguntaba después: «¿Cómo puede ser que esta mujer venga aquí si no es porque encuentra a Alguien viviente? Y poco a poco se fue acercando a la fe en el Resucitado. El que tiene y manifiesta su fe de forma sencilla pero convencida puede hacer el bien misteriosamente. El amor a Cristo se irradia a los demás.
¿Sabremos nosotros -sabré yo- encontrar algún momento para adorar al Señor durante el día y manifestarle que le estimamos como a Dios? Y por tanto, es a Quien más debemos amar en este mundo?
¿Pensaré en Él cada vez que entro en el templo que paso por delante y le adoraré con una genuflexión bien hecha diciéndole: «Jesús mi Señor y mi Dios, te adoro presente en el Sacramento de tu amor?».
Estimemos con gestos comprometidos de servicio y de solidaridad y visitemos a Cristo Eucaristía para Llenarnos de Él, que es fuente y cumbre de amor.
Del libro: “FIGURAS Y TEXTOS EUCARISTICOS” -Una historia de veinte siglos de doctrina, de fe, amor y devoción al Santísimo Sacramento-
de José Luis Esteban Vallejo.