ADORACIÓN REAL, PERPETUA  Y UNIVERSAL AL SANTÍSIMO SACRAMENTO (ARPU) 

Noviembre 2025

NOTICIERO MENSUAL DE LA ARPU

La festividad de Cristo Rey que celebramos el 23 de noviembre (oficialmente Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo) fue instituida por el Papa Pío XI en 1925 mediante la encíclica Quas Primas, para afirmar la soberanía de Cristo sobre todas las cosas, especialmente en tiempos donde los valores cristianos parecen, no sólo perder fuerza en la sociedad, sino que generan un profundo rechazo porque se oponen a las nuevas ideas promovidas por los ideólogos.

Aunque fue Pío XI quien instituyó la fiesta, muchos santos han hablado profundamente sobre el reinado de Cristo.

1. San Juan Pablo II:

“Cristo no reina con el poder de los ejércitos, sino con la fuerza del amor que se entrega. Su trono es la Cruz y su corona es de espinas.”

En sus homilías de la solemnidad de Cristo Rey, el Papa destacaba cómo la Eucaristía es el lugar donde Cristo reina en el corazón de los fieles:

“En cada Eucaristía, Cristo renueva su entrega y nos invita a participar de su Reino de amor y servicio.”

Cristo se hace presente en la Eucaristía como Rey humilde, servidor y redentor.

2. Santa Teresa de Jesús

“No tengáis miedo de tener al Rey del cielo dentro de vosotras. Es un Rey que no quita sino que da.”

Santa Teresa veía la presencia eucarística como la realeza interior de Cristo en el alma orante. En su lenguaje místico, Cristo reina desde dentro del corazón que se abre a Él.

3. San Ignacio de Loyola

En los Ejercicios Espirituales, Ignacio presenta la meditación del “Reino de Cristo”:
“El llamamiento del Rey temporal ayuda a contemplar al Rey eterno, Cristo nuestro Señor, y a ofrecerse a su servicio.”

Ignacio invita a “servir bajo el estandarte de Cristo Rey”, lo cual se traduce en vivir eucarísticamente, ofreciendo la vida por Él, con Él y por Él (per ipsum, et cum ipso, et in ipso).

5. San Alfonso María de Ligorio

“En el Santísimo Sacramento Jesús es Rey, pero un Rey de amor, que quiere ser amado más que temido.”

San Alfonso muestra una profunda devoción eucarística, viendo el Reino de Cristo como un Reino del Amor eucarístico.

La solemnidad de Cristo Rey subraya el reinado universal de Cristo, su señorío sobre todas las realidades, y al mismo tiempo su cercanía, misericordia y entrega. La Adoración Real, Perpetua y Universal al Santísimo Sacramento tiene a Cristo Rey como Señor Eucarístico: Él reina desde el Sagrario, está presente, y desde él reina, en el altar se sacrifica, en la custodia se exalta. Así en nuestra adoración, reconocemos ese reinado real, lo amamos, lo acogemos y lo promovemos

• El reinado de Cristo que invita a la adoración: No un rey lejano, sino un Rey que se da Él mismo, se inmola y permanece. En la ARPU se reafirma que su presencia en la Eucaristía exige nuestra respuesta: visita, silencio, amor, adoración, reparación.

• El reinado que se realiza en la caridad y el servicio: En su Sagrario, Cristo espera que su pueblo se convierta en adorador-servidor. Desde nuestro carisma, la adoración lleva a la misión.

• Nuestra adhesión personal y comunitaria: Que cada miembro de nuestro apostolado reconozca a Cristo como Rey en el Santísimo Sacramento y participe de modo activo en la adoración, como gesto de sometimiento amoroso, sincero y gozoso.

• Acción de gracias y renovación: Que la festividad sea ocasión para renovar el compromiso de adoración a Jesús ante el Sagrario, de convertir nuestras vidas en adoración y reparación constante.

Frases para reflexionar de nuestra espiritualidad

• “La piedad eucarística ha de marcar y configurar todas las dimensiones de la vida espiritual cristiana… Permaneciendo ante Cristo, el Señor, disfrutan de su trato íntimo… ofrecen con Cristo toda su vida al Padre.” s5eb01977c260451d.jimcontent.com
• “Ser eucarístico… Ser evangelizador… Ser mariano… Con un gran amor a María a la que se tendrá como modelo paradigmático de adoración…”

Arenga eucarística para  adorar a Cristo Rey crucificado y eucaristizado: ¡No es rebajarse, sino elevarse!; no es rendirse ante un poder humano, sino dejarse transformar por el Amor que reina desde la cruz y el altar. 

¡Adoremos al Rey!
Pero no a un rey vestido de oro y armado de poder,
sino al Rey crucificado, al Rey eucarístico,
que reina desde el trono de la Cruz y desde el silencio del Sagrario.

Él no impone su ley con la fuerza,
sino que conquista con el amor.
Su corona no es de oro, sino de espinas;
su cetro, una caña;
su trono, un madero.
Y, sin embargo, ante Él se doblará toda rodilla,
porque en la humillación de Cristo está la verdadera grandeza del hombre.

Adorar a este Rey no es humillarse,
es levantarse con Él sobre la soberbia del mundo.
No es rendirse,
es liberarse del orgullo que encadena el corazón.
No es caer de rodillas por debilidad,
es ponerse de rodillas por amor.

El mundo nos dice: “levántate, sé tu propio dios”;
Cristo nos dice: “baja, adora, y serás exaltado conmigo”.
Y es en la Eucaristía, en el pan consagrado,
donde este Rey continúa su reinado silencioso, real y perpetuo.
Allí está —presente, vivo, real, sustancial—
esperando ser reconocido, adorado, amado, reparado.
Cada genuflexión es un grito de fe,
cada minuto ante el Sagrario es una proclamación de su Reinado Universal.

¡No es humillación adorar a un Dios que se hace Pan!

¡a un Rey prisionero de amor en el Sagrario! ¡No es humillación, no!
Es exaltación:
porque quien se somete a Cristo sale vencedor de sus enemigos;
quien se arrodilla ante el Amor, aprende a caminar erguido en la Verdad;
quien guarda silencio ante la Hostia,
la Palabra eterna lo deleita en el Cielo .

¡Cristo reina desde el altar!
Reina en cada Sagrario, en cada alma que le adora,
en cada corazón que se deja consumir por su presencia.
Su realeza no se mide en tronos, sino en corazones conquistados.
Y nosotros, adoradores, somos los vasallos del Amor,
los centinelas del Rey oculto,
los que proclamamos con la vida:

“¡Viva Cristo Rey Eucarístico!
¡Reina en nosotros, en tu Iglesia y en el mundo entero!”