XXVII Carta-Circular de Consiliario Nacional – Mayo 2019
Sobre el tiempo Pascual 2019
Aleluya. ‘Resucitó de veras mi amor y mi esperanza’ y está vivo en el Sacramento. Aleluya”.
¡Adoremos por siempre al Santísimo Sacramento!
Queridos hermanos y hermanas adoradores (as) de Jesús Sacramentado en la ARPU:
De nuevo en contacto epistolar con vosotros va mi cordial saludo, afecto y oración, no sólo en el tiempo de escribir la carta mensual sino durante todo el mes. La XXVII Carta-circular está enmarcada “en el mes de mayo, en pleno tiempo pascual, florido, mariano”.
1.- La Pascua, la principal y más deseada fiesta del año, y la Eucaristía.
Siendo la Pascua la principal fiesta del año para los israelitas (cf. Ex 12, 1-20), con mayor motivo ha de serlo para nosotros cristianos pues Cristo, el Señor, que celebraba la pascua judía, al instituir la Eucaristía y el Sacerdocio ministerial en su Última Cena, en el Jueves Santo, la convirtió en su Cena, la “Cena del Señor”, la del “Cordero que quita el pecado del mundo”, y nos mandó celebrarla -bendito mandado- con dignidad y sacralidad “hasta que vuelva” (cf. 1 Co 11, 23-29). Es la “Cena que recrea y enamora” (S. Juan de la Cruz). “Adoremos postrados este sacramento, cesa el antiguo rito, se establece el Nuevo”; la Nueva Alianza en su Sangre transciende infinitamente los tiempos y lugares y la -Pascua inmolada, nuestra Pascua-, Él mismo llega hasta nosotros. “Consumó su Obra con prodigio excelso”.
Y la maravilla de las maravillas es que el Resucitado, después de la consagración de la Misa, está Sacramentado, vivo en la Eucaristía en nuestros Sagrarios con esa “presencia por antonomasia”. Es de la que hablamos siempre cuando nos referimos a la sagrada Eucaristía, porque tiene otras presencias que son también reales y verdaderas -hasta nueve presencias en su Iglesia documento-[1], pero con diferencia esencial, “sustancial”. Y así puede estar Resucitado-inmolado, desde su Ascensión gloriosa a los Cielos en todos los Sagrarios.
Para decirlo con palabras de Santa Teresa de Jesús: “¿Quién nos quita estar con Él después de resucitado, pues tan cerca le tenemos en el Sacramento, adonde ya está glorificado?”
Está Resucitado. ¡Qué misterio tan asombroso! ¿Qué hace día y noche desde hace ya 20 siglos?, ¿qué puede hacer el “Divino Solitario” en los Sagrarios?, y ¿también donde está “abandonado”? Aquí podrían ayudarnos algo -mucho- a vislumbrar el misterio los Santos y, en concreto, nuestros Fundadores o Cofundadores. Cito ahora a Don Juan B. Luis y Pérez, “el teólogo de la ARPU” que resume así una de sus Meditaciones, la sexta, sobre “la actividad del amor de Jesús en la Eucaristía”:
“Absorta por la soledad y el silencio que rodean el Sagrado Tabernáculo, se pregunta el alma: ¿Qué hace Jesús en la Eucaristía?, Jesús le muestra la actividad de su amor. Ama a la Trinidad Beatísima, glorifica y da honor al Padre –honoro Patrem meum-, le da gracias, le alaba en nombre propio y de todas las criaturas, y su honor y alabanza son dignos de Dios. Le honra por cada uno de nosotros, y nosotros podemos honrarle como Jesús, mediante la Eucaristía, que es nuestra. Dada, entregada a nosotros”.
En efecto, se nos ha dado, ¡qué don!, total; se nos ha confiado, ¡qué responsabilidad! Y continúa su resumen sobre la actividad de Jesús Sacramentado:
“Así llegamos a una perfecta unión con Dios, por Jesús. El amor de Jesús aplaca la ira de Dios, suscitada por los pecados del mundo, interpela por nosotros, se ofrece como víctima de expiación, satisface por nuestros pecados, pide y alcanza para nosotros gracias innumerables que, a veces, no llegan a nosotros por nuestra culpa”.
Son los fines de la Santa Misa de los que hablan la Teología (de alabanza y adoración, de acción de gracias o eucarístico, de satisfacción o reparación y de pedir o impetratorio…) y en otros términos pero idéntico contenido el Catecismo de la Iglesia Católica (cf. nn. 1368-1372; 1413; y el Compendio 281). Y continúa Don Juan B., el obispo de Oviedo mencionado:
“Santifica las almas, las adorna con las virtudes, las preserva del pecado, ilumina, fortalece, produce amor, nos acerca al Padre, convierte a los pecadores, hace amable la cruz y el sacrificio, nos prepara la vida eterna. Y con toda esta su divina actividad, adora al Padre, se constituye en único adorador, en cuya unión hemos de adorar, recordando el primer acto de adoración digno de Dios que ofreció el Verbo Encarnado en el primer instante de su concepción en el seno de la Virgen: Heme aquí para hacer tu voluntad, oh Padre mío[2].
Para acompañarle y para que nos acompañe en esta adoración humano-divina de Jesús está, nació y se establece la ARPU. Por eso, hemos de trabajar por difundirla -sus objetivos y estupendos fines-, siempre y con particular viveza de fe en el Tiempo Pascual, en sus grandes solemnidades: Pascua, Ascensión, Pentecostés y después Santísima Trinidad, Corpus Christi…
2.- En el mes de mayo, consagrado a María.
Al coincidir la mayor parte de la cincuenta pascual con el mes de la Virgen, a ella consagrado en la piedad de la Iglesia desde hace siglos, os deseo sigáis viviendo, gozando de esta Pascua que el Señor nos concede de nuevo, que ha de durar todo el año, que nos vaya anticipando las alegrías de la Pascua eterna. La presencia maternal de la Virgen, “Reina del Cielo”, alegre por la resurrección de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, da tono y belleza a las celebraciones de la cincuentena pascual. Baste considerar el canto mariano propio pascual: “Regina Coeli, letare, aleluya”. Queremos honrarla y ofrecer nuestras flores, las de nuestros obsequios de hijos, oraciones y cantos del ejercicio de las flores, apostolados y sacrificios… para rodearla del esplendor de nuestro amor. Cantemos con gozo cada día con una u otra melodía: “Con flores a María que madre nuestra es”.
3.- Las ventajas que tenemos por ser adoradores de Jesús sacramentado en la ARPU
Sigamos reflexionando ahora sobre las ventajas que tenemos por ser adoradores de Jesús sacramentado en la ARPU. Llevamos enumeradas catorce (14) ventajas o beneficios; son experiencia mía. Seguro que os identificáis con todas ellas y vosotros podríais añadir más. Manifiestan lo que son para vosotros -nosotros- en nuestra querida ARPU.
Añadidas a las de las dos cartas anteriores Os pongo otras tres más; así nos vamos acercando a la veintena, esperando también -los que quieran- que puedan añadirse en otros meses también las suyas.
15ª.- Pasar buenos ratos con el Señor
Supuesta y actualizada la fe en la presencia de Jesucristo: pasar buenos ratos con el Señor como los pasaban Santa María y San José en Nazaret, Lázaro, Marta y María en Betania (para nosotros Betania ahora es el Sagrario), y también lo es el Cenáculo como para los apóstoles y los demás discípulos, y las riberas del Mar de Galilea y los Montes de la transfiguración, del Calvario y de Ascensión…como lo han hecho y experimentado todos los Santos: “Qué bien estamos aquí”.
El que está frío se templa ante los rayos del sol: como plantas que se abren a la luz y calor del sol…Así nosotros ante el “Sol de Justicia”, Dios de salvación: hagamos la prueba. “A los hechos me remito” podemos decir a muchos.
16ª.- Es la mejor terapia para el alma y hasta para el cuerpo.
Estar ante el Santísimo es una terapia física, psíquica, espiritual, integral. Da nueva paz, nuevo consuelo, nuevos beneficios de serenidad, de alegría, de luz, de ayuda, de estímulo, de ánimo y bondad…Cada quien -cada alma- podría señalar otros efectos que sabrá decir de alguna manera pues se trata de experiencias inefables pero también constatables; podrá expresarlas y lo que es para toda la Iglesia: vida, pues Ecclesia vivit de Eucaristía, n.1 (S. Juan Pablo II) como fuente de su unidad y concordia “que es aún más que la unidad” (papa Francisco). “Unidos en Jesús Sacramentado y en nuestra Madre Inmaculada” suelo concluir algunas cartas. “La Iglesia vive de la Eucaristía”. Este título de la Encíclica eucarística del Papa San Juan Pablo II tiene una semejanza -en el título- con la Exhortación Apostólica postsinodal sobre los jóvenes Christus vivit: Cristo vive, del Papa Francisco (Loreto, 25 de marzo de 2019). La Iglesia vive de Él, de la Eucaristía.
17ª.- Tener experiencia de que al estar ante el Señor, Dios está con nosotros y nosotros siempre unidos en Él.
Para ello os pongo algunas recomendaciones y exhortaciones prácticas, que son tareas a realizar. Como siempre me gusta ser muy concreto. Por eso las señalo.
1.- Tengamos experiencia de que, cuando nos reunimos en Cristo, Dios está entre nosotros. -fácilmente si avivamos siempre nuestra fe en el Resucitado y en la Eucaristía- que es Él mismo, aunque de otro modo. Y también le hemos de glorificar cuando nos separamos…Seguimos unidos, si lo estamos con la Cabeza (cf. San Agustín). Cada quien seguirá sus pasos, irá a su casa y a sus quehaceres, a su vida y tareas, también han de ser las apostólicas, pero no lo hacemos por “libre” como versos sueltos del poema de la adoración eucarística, sino haciendo “endecasílabos de amor” porque es el “Amor de los amores” eucarísticos quien nos une siempre si le pedimos tantas veces -todos los días- : “No permitas que me separe de Ti”. Vivamos esta experiencia.
2.- El libro de poesías Yo canto al Señor porque es vida… (a punto de publicarse) contiene unas 7 poesías que versan expresamente sobre la ARPU y otras más por alusiones. Nos pueden ayudar a considerar estas realidades con la belleza de la versificación. Por ello cuando salga os animo a adquirirlo y que al menos cada centro y especialmente cada Delegación Diocesana de la ARPU lo adquiera.
3.- Sigamos realizando la Campaña de recogida de firmas para poder pedir el comienzo del Proceso de Beatificación de nuestra Fundadora en la ARPU. Es una manera de demostrar también nuestra fe y amor a Jesús Sacramentado y ocasión de dar a conocer su -nuestra- ARPU. Según quedamos desde el mes de enero pasado, la extendemos hasta el próximo mes de junio inclusive.
4.- Pensad también en qué motivos hemos de poner al escribir la Carta de petición al Sr. Obispo de Huelva para que se digne iniciar dicho Proceso. Estará bien que los penséis y nos lo comuniquéis para que sea verdad que somos todos los que hemos realizado la Campaña y vamos a escribir la súplica coral. Se lo pediremos pronto en la carta a escribir.
5.- Leed con interés los demás elementos que os enviamos: Memorare, Noticiero, Oraciones, etc. y pedidnos los que necesitéis para vuestra formación y difusión de la ARPU: carteles y hojas informativas fichas de inscripción, oración a la Fundadora, etc. Usad también nuestra Página Web-blog: https://arpuburgosnacional.wixsite.com/arpu ahora que se van subiendo todos esos elementos en ella. Después de dos años que nos ha costado crearla, sacar ahora la utilidad de difundirla.
6.- Ya que preparar estos elementos o documentos nos lleva tanto tiempo -parte muy tan notable de nuestra vida-, aprovechadlos ahora por si en el futuro no pudieran llevarse a cabo. Todos ellos son elementos para nuestra formación, para mejor organizarnos y funcionar, para mejor difundir la ARPU. Depende de todos y cada uno de nosotros. Jesús así nos los da y lo espera de nosotros. Que El nos dé salud y vida para trabajar por Él. ¿Para qué queremos la vida si no…?
7.- Y todo por medio de la Virgen María en este su mes y siempre: con Ella para lograr y realizar estas tareas y todas de la vida cristiana, apostólica, eucarística, todo es y sale mejor, es y será más fácil, hermoso, agradable y con la intercesión y ejemplo del glorioso San José que “hizo todo lo que le mandó el Señor» (Mt 1,24). En el poemario va una poesía-himno sobre Él. Es la última como conclusión del libro (os gustará en texto y música).
“Cantemos con María la Pascua de Jesús, vivamos la alegría que brota de la Cruz”. Os lo deseo y pido para mí y para todos a quienes podáis hacer llegar las Cartas de vuestro Consiliario.
Unidos como siempre en nuestro Señor Resucitado-Sacramentado, en nuestra Madre Inmaculada y en San José glorioso.
Burgos, primero de mayo de 2019, memoria de San JOSÉ OBRERO.
Fdo.: José Luis Esteban Vallejo. – Consiliario Nacional de la ARPU
[1] Cf. José Luis Esteban Vallejo, Figuras y textos eucarísticos, Monte Carmelo, Burgos 2010, figura 108, pp. 526-531.
[2] Juan B. Luis y Pérez, Meditaciones eucarísticas, Oviedo 1939, pp. 106-107 (106-128)