XVI Carta-Circular del Consiliario Nacional: Abril 2018
“Verdaderamente ha resucitado el Señor, Aleluya. Está vivo y glorioso en la Eucaristía, venid, adorémosle”.
Queridos hermanos y hermanas adoradores (as) de Jesús Sacramentado en la ARPU:
Con esta invitación de la liturgia en el tiempo pascual Os saludo y felicito en el mismo día de la Pascua. Os invito a que vivamos la alegría de la Pascua dada a luz en el dolor. Si nos hemos preparado bien con el tiempo fuerte de la Cuaresma (40 días), no menos importante y fuerte es la Cincuentena pascual (50 días). Los cuatro puntos o temas a reflexionar y vivir en este mes son de hondo calado y contenido sabroso que bien podríamos titularlos así:
1.- La verdadera, real, sustancial “Tienda del encuentro” con el Resucitado.
Tiempo fuerte el de la Pascua para la Iglesia y también para nuestra condición de adoradores en la ARPU, para vivir y expresar la fe en que Cristo resucitó y está vivo, ahí, en la verdadera “tienda del encuentro”.
En el Antiguo Testamento (cf. Ex 40,16-38; Lv 8,1-17;9, 22-24;19,1-18.31-37; Nm 11,4-6.10-30) ya la mandó hacer Dios a Moisés como un anticipo y figura de la verdadera y plena Tienda donde tener nuestro Encuentro real con el Resucitado, donde realizar y actualizar su Sacrificio redentor, entrar en Comunión sacramental con Él y anticipar el Cielo.
Ahora el verdadero Tempo donde “dar culto al Padre los adoradores en espíritu y en verdad” es el Cuerpo glorioso del Resucitado (cf Jn 2,13-25 en conexión con la cruz y resurrección).
Ahora está en el Sagrario, para honrar y adorar a N. S. Jesucristo en el Santísimo Sacramento, para tratar de amistad con quien sabemos que nos ama…para tratar todo lo que “se recomienda a los miembros de la ARPU encarecidamente…” (cf. art. 9º. de los Estatutos).
Si Moisés salía de la “Tienda del encuentro” con Dios, radiante, casi glorioso y transfigurado, con más motivo nosotros en nuestros encuentros eucarísticos con el Resucitado…Esa transformación es la señal de que han sido y son verdaderos y eficaces[1].
Invitemos a otros muchos a que, con motivo de la Pascua, -siempre- se acerquen la verdadera “Tienda del Encuentro”, a los Sacramentos Pascuales, a las fuentes de la Salvación, al mismo Jesucristo “sumo Sacerdote, que es ministro del santuario y de la tienda verdadera y está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos” (Hb 8,1-2). El mismo que está en los Sagrarios…”para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros” (Hb 9,24).
2.- Jesucristo no está aquí, en el sepulcro, ha resucitado, está vivo en los Sagrarios de la tierra.
Sintonizamos así con el carisma de la ARPU que se nos ha confiado y llamado a difundir por toda la tierra.
Los Ángeles dijeron a las mujeres temblorosas al ver a los soldados que custodiaban el sepulcro, aterrados también por lo que había sucedido: NO ESTÁ AQUÍ, HA RESUCITADO. ”Vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas. Él le dijo: ‘No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? NO ESTÁ AQUÍ, HA RESUCITADO’” (cf. Mc 16, 1-7)
Nosotros sabemos que el Resucitado con su cuerpo, sangre, alma (ahora gloriosos) y divinidad está en la Eucaristía, en cada Sagrario donde quedan depositadas las Sagradas Especies.
¡Con qué convicción, con qué fuerza, con qué gozo transmitían a los demás y subrayaban con su ejemplo los fundadores de la ARPU esta realidad!; por citar a uno, a San Manuel González García en su librito Un corazón hecho Eucaristía, en el apartado “Se quedó con nosotros”:
“Jesucristo en la Eucaristía está todo entero: con divinidad, alma y cuerpo. Y por consiguiente:
– con ojos que ven,
– con oídos que oyen,
– con manos que puede mover,
– con boca que puede hablar”. (n.7).
“El Maestro está aquí… sabedlo, que el fuerte, el grande, el magnifico, el suave, el vencedor… el bonísimo Corazón de Jesús, ¡está aquí… aquí… en el Sagrario! (n. 29).
“Padre eterno, ¡bendita la hora en que los labios de vuestro Hijo Unigénito se abrieron en la tierra para dejar salir estas palabras:”Sabed que yo estoy todos los días con vosotros, hasta la consumación de los siglos”! (n. 30).
Correspondencia obliga. Sí, porque Jesucristo está realmente, sustancialmente. Sí, “ha resucitado verdaderamente” proclamamos con aleluya (con gozo y alabando a Dios) como estribillo durante 50 días, cada domingo, pascual semanal, y siempre. Así lo hace la Iglesia; lo lógico es que estemos con Él. Con el mismo con Quien estaremos en el Cielo.
Nuestro carisma así habla de que el Señor “quiere ser adorado por todos, a todas las horas, en todos lo sagrarios de la Tierra; se va realizando este deseo del Señor cada vez que un nuevo adorador se inscribe, se une a la “cadena de amor”, que decía la Fundadora Principal, en torno a los Sagrarios todos de la Tierra.
Vivamos así no sólo la Cincuentena pascual sino todo el año con nuestras prácticas eucarísticas y apostólicas acostumbradas:
– En la media hora semanal de adoración que tenemos como compromiso fundamental de amor con el Señor;
– En algún acto eucarístico comunitario (al menos uno al mes),
– En las Vistita al Santísimo que hemos de procurar hacer alguna cada día,
– En ver si nuestras celebraciones de la Santa Misa y las mismas Comuniones sacramentales, preparadas por las espirituales, nos transforman de tal manera que vivamos a la luz de la Pascua.
– En anunciar y comunicar a los demás esta Presencia adorada de Jesucristo, Señor nuestro.
3.- Pascua Sagrada, victoria de la Cruz, vivamos la alegría dada a luz en el dolor. Examen sobre cómo la vivimos.
Si en las enseñanzas del Papa en el Mensaje para la Cuaresma (cf. Carta de marzo) veíamos las señales de que nos preparábamos bien para la Pascua, ahora, en sentido retrospectivo, podemos ver y examinar cómo las hemos vivido y estamos viviendo a la luz de la misma Pascua: “la alegría pascual dada luz en el dolor” (cf. homilía del siglo II). Nos hace mucho bien porque podemos y debemos mejorar, examinarnos:
– Si se ha encendido, si se ha calentado el “corazón frío”, el amor en la mayoría.
– Si se han cumplido los deseos y propuestas del papa Francisco con las que concluía su Mensaje:
“En la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu», para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad”.
– Si no nos hemos dejado engañar por el demonio, que es desde siempre «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), por los “falsos profetas, que son como «encantadores de serpientes» decía el Papa.
– Si hemos detectado a “estos estafadores que no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar”.
– Si hemos superado “Lo que apaga la caridad: la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10); si en vez del rechazo de Dios hemos prefiriendo sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos”.
– Si se han -si hemos- superado “las señales más evidentes de esta falta de amor: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero”.
– Si, aunque es cierto que en Pascua cesan los ayunos, las abstinencias y penitencias en los sentidos materiales y previstos por la Iglesia, el “espíritu de penitencia” también previsto por la Iglesia y avivados cada viernes, con las pruebas y afanes de cada día, sigue todo el año.
– Si hemos tomado -tenido en cuenta- “la medicina a veces amarga de la verdad, que la Iglesia, nuestra madre y maestra, nos ofrecía en este tiempo de Cuaresma y el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno”.
– Si hemos practicado aquellas 4 concreciones que os enumeraba del Mensaje del papa Francisco en la carta del mes pasado: v.g.,
1ª.- Que “si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo”.
2ª.- Si hemos podido aprovechar “Una ocasión propicia (…), la iniciativa «24 horas para el Señor», que este año nos invita nuevamente a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística”. En el 2018 ha tenido lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: «De ti, Señor, procede el perdón».
– Si hemos procurado realizar, como os señalaba por mi parte, algunas “tareas para nuestro apostolado eucarístico y en general”: algunos puntos (6) que hayan sido “exponentes de nuestra conversión cuaresmal al Señor y preparación para la Pascua y, por ello, de apostolado que procura hacer el bien a los demás hombres, nuestros hermanos. Sabemos que todo el bien de la Iglesia (de los cristianos) está, “se contiene” en Jesús Sacramentado (cf. P.O. n. 5-6)”
– Si hemos orado con estas o parecidas palabras: “Dios Padre, llama a tu amistad y a tu verdad a los que viven alejados de ti, y a nosotros, enséñanos cómo podemos ayudarlos”.
– Si hemos puesto algunas necesarias mediaciones para que actúe la gracia de Dios, v.g., con oportunidad y naturalidad:
– invitando a leer el Evangelio,
– a acudir a pláticas cuaresmales o hacer ejercicios espirituales,
– a participar en alguna celebración penitencial,
– a hacer algún ejercicio del Via-crucis, etc.,
– invitando a recibir el Sacramento de la Penitencia.
– y, sobre todo, a participar “con fe viva y entrega generosa” en las celebraciones litúrgicas de Semana Santa y de la Pascua.
– Si hemos podido hablar de la Pascua de Jesús y decir qué es para nosotros: “ocasión de renovar nuestra condición de cristianos, como que nos bautizábamos de “nuevo” en la Pascua. Cada quien comunique su experiencia”, decíamos.
– Y si hemos podido hacer aquellas concreciones que os daba:
– En el caso de los practicantes cada domingo, proponer a algunos la normativa y el espíritu de la ARPU.
– En el caso de los Bautizados alejados de su fe (hay tantos hoy en día), alejados de la Iglesia, de los Sacramentos, si los hemos ayudado e invitado a algunos; o prepararlos para el “Cumplimento Pascual”.
– Si en el caso de los que no están Bautizados o Confirmados -niños o mayores (cada vez hay más) les hemos podido informar y “poner en contacto con las parroquias, con los Catecumenados de las Diócesis (hay en todas) para acompañarlos en ese Catecumenado y, en su día, cuando reciban los Sacramentos de la Iniciación Cristiana, si procede, ser los padrinos…”.
De no hacerlo o haberlo hecho así, cabe pensar que no se ha encendido nuestro corazón en “el fuego de la Pascua” de Cristo. ¡Qué pena!
4.- ¿“Qué podemos hacer”? mucho en las pequeñas o grandes cosas de cada día ¿qué respuesta hemos dado a la pregunta del Papa?
– Por de pronto, como adoradores en la ARPU, pienso que meditar esta misma Carta; ¡Cuánto contenido! Y eso que es síntesis de la del Papa.
– Aprovechar con gratitud los medios que nos ofrece nuestra Asociación eucarística: reuniones, celebraciones, escritos, recursos, etc. (para coger y transmitir el carisma propio);
– Leer con interés el Noticiero como “cosas de familia”, tener en cuenta el Memento o Memorare “Acordaos” mensual, etc.;
– Salir radiantes, transformados, comunicativos, discípulos misioneros de cada encuentro eucarístico con el Señor.
Como veis, amigos, ha sido tan grande el contenido del Mensaje del Papa, tan precioso y bello, tan sugestivo e interpelante, a la luz de la Cuaresma y de la Pascua, tan en sintonía con nuestro espíritu de adoradores de Jesús sacramentado, que ha sido motivo de volver a reflexionar y a examinarnos sobre él; para eso era, para ver si nos hemos dejado encender por “El fuego de la Pascua”.
Así os lo deseo, así os felicito, así os encomiendo en mi oración a todos.
Burgos, 1 de abril de 2018, Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor.
Fdo.: José Luis Esteban Vallejo. – Consiliario Nacional de la ARPU
[1] Este tema lo trato en una de las poesías en relación con la ARPU que, Dios mediante, podrían ver la luz en una publicación.