XL Carta-Circular del Consiliario Nacional: Julio 2020
A Jesucristo, Señor y Redentor nuestro, que es el Pan de la Vida, venid, adorémosle vivo en la Eucaristía.
Queridos adoradores (as) de Jesús Sacramentado en la ARPU
Hace medio mes, el día 14 de junio pasado, celebrábamos en España y en otros lugares la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Ciertamente este año ha sido con restricciones de movilidad para los fieles en las celebraciones y en la procesión más importante del año por precaución para evitar el contagio del COVID19.
“La Solemnidad del Corpus Christi, como fiesta principal de la Obra”. El art. 14 de nuestros Estatutos (cf. los del año 1986) la señala como primera “fiesta propia de la Adoración Real, Perpetua y Universal”. Por eso, no debemos dejar pasar la ocasión “a posteriori” sin reflexionar sobre qué celebramos y lo que significa para nuestra espiritualidad cristiana y, si cabe aún más, para nuestro carisma en la ARPU. Nos ayudará esta carta (la que hace ya el número redondo de cuarenta). Aunque sea “a posteriori”, digo, de la festividad pero llega a tiempo porque sabemos que “es una gracia de Dios, que cada año llena de gozo a quienes toman parte en ella”. Se refiere el Papa San Juan Pablo II “a la participación devota de los fieles en la procesión eucarística” (cf. Ecclesia de Eucharistia n. 10). Así sus efectos han de durar todo el año. Lo he comentado cada año en el mes de junio y en este año nos pueden servir como hilo conductor las lecturas del ciclo A, sobre todo, el Evangelio.
1.- Nos habla Jesús de la Eucaristía con un gran signo: el del pan.
Es Jesús mismo quien ha querido escoger este signo. ¡Cuántas veces encontramos en el Evangelio esta realidad del pan! Atravesando sembrados de mieses en primavera, cuando dijo “la mies es mucha y los obreros pocos”: Dos veces multiplica los panes para la multitud; habla de “las migas de pan” que caen de la mesa del rico sin llegar a la boca del pobre Lázaro, habla del pan abundante en la casa paterna que vuelve a la mente del hijo prodigo y hace nacer en él la nostalgia del padre; la Iglesia es comparada a “una medida llena de harina” que trata de fermentar con la fuerza de la levadura. En fin, Jesús habla de Sí mismo como del “grano de trigo” que debe ser enterrado y morir para dar fruto.
2.- ¿Por qué tanta predilección por esta criatura? ¿Por el pan?
Jesús quería acaso preparar a los hombres a reconocerlo un día en el Pan de la Eucaristía. Un año antes de instituirla había hablado largamente del Pan de vida (cf. S. Juan 6). Es el discurso de Cafarnaún del cual hemos escuchado un fragmento: «Yo soy el Pan vivo bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre y el pan que daré es mi carne para la vida del mundo». Es como si Él durante los últimos años viniera «dorando» con amor la «píxide» (el copón) que debía contener su Cuerpo. San Juan, en todo caso, muestra haber entendido así el pensamiento de Jesús: Jesús había multiplicado el pan para hablar, al poco tiempo, de otro Pan. El pan es, por tanto, Cristo mismo: todo Cristo: su palabra y su carne, su alma y su divinidad, su espíritu no menos que su cuerpo. Cuando dice el sacerdote el «Cuerpo de Cristo». R/ Amén: así es. Asiente el comulgante.
Todo se realiza de la manera más fuerte en el sacramento eucarístico, cuando el pan que nosotros hemos ofrecido como fruto y expresión de nuestro trabajo, esto es, como signo de la ofrenda de nosotros mismos a Dios, viene consagrado y restituido a nosotros como signo del don de Jesucristo a su Iglesia. Todo esto se ve y se desarrolla en el signo, pero es realidad, porque la realidad misma existencial y ontológica -todo lo que ello es y significa para nosotros- está transformado en el Cuerpo de Cristo. Se obtiene así -por usar un solo instante el lenguaje técnico de la teología- una transubstanciación mediante una transignificación.
3.- Es importante conocer las dimensiones del signo que el pan posee.
Es para descubrir qué llega a ser después de la invocación sobre el pan del Espíritu Santo y después de la consagración que hace el Sacerdote.
1º.- El primer signo es éste: el pan es comida, nutre y da la vida. He aquí el significado eucarístico de este pan: «Mi carne es verdadera comida, mi sangre es verdadera bebida…; aquel que me comiere vivirá por mí…; vivirá para siempre». La Eucaristía es “el alimento de los caminantes», es decir, de aquellos que como los hebreos, atraviesan «el desierto grande y terrible» de esta vida (cf.1ª. lect.). El efecto de la Eucaristía es hacernos llegar a “ser aquello que comemos” (S. León Magno). Con un significado bien distinto nosotros, los cristianos repetimos aquel dicho del filósofo materialista: «El hombre es aquello que come» (Feuerbach). Efectivamente, no somos nosotros los que asimilamos aquel Pan a nosotros, es Él mismo el que nos asimila a Sí y nos hace miembros vivos del cuerpo de Cristo: la Iglesia.
2º.- La Comunión sustenta la vida del alma de modo semejante a como el alimento corporal sustenta al cuerpo.
La recepción de la Eucaristía mantiene al cristiano en gracia de Dios, pues el alma recupera las fuerzas del continuo desgaste que sufre debido a las heridas que permanecen en ella por el pecado original y los propios pecados personales, aunque estén perdonados. Mantiene la vida de Dios en el alma, librándola de la tibieza; y ayuda a evitar el pecado mortal y a luchar eficazmente contra los pecados veniales.
3º.- La Sagrada Eucaristía aumenta también la vida sobrenatural, la hace crecer y desarrollarse. “La Iglesia vive del Cristo eucarístico, de Él se alimenta y por Él es iluminada” (n. 6).
4º.- A la vez deleita a quien comulga bien dispuesto. Se cumple lo anunciado y profetizado: “Les diste Pan del Cielo que contiene en sí todo deleite”.
5º.- La Comunión es remedio de nuestra necesidad cotidiana, «medicina de inmortalidad», antídoto contra la muerte y alimento para vivir por siempre en Jesucristo» (S. Ignacio de Antioquía, s. II).
Todos estos significados tiene el Pan de vida y, por tanto, el comulgar.
6º.- Y otro no menos importante es el que indica el mismo nombre de comunión: comulgar.
San Pablo lo ha recordado (cf. segunda lectura.). «El pan que partimos ¿no es acaso la comunión con el Cuerpo de Cristo? Es uno solo el Pan, nosotros muchos, para que seamos un solo cuerpo»; en otras palabras nosotros entramos en comunión con Él y entre nosotros. Este signo del banquete es vital para la Eucaristía; debe resplandecer siempre más claramente en nuestras asambleas. Nos reunimos en torno a un altar: Sacrificio, pero que también es Mesa del Señor, banquete, comunión. El signo es completo cuando se comulga también la sangre: «Mi sangre es verdadera bebida». Por razón práctica se ha reducido a pocas ocasiones, pero como signo es más completo comulgar bajo las dos especies, aunque bien sabemos (porque es de fe revelada y católica) que recibimos completo a Jesucristo en cada una de las sagradas especies.
4.- Debemos pensar en estos signos y en su contenido…
Y en aquello que decía San Pablo a los Corintios: «Si entre nosotros hay muchos que son débiles y enfermos -débiles para cumplir los mandatos del Señor: el amor fraterno, el perdón, incluso de los enemigos, el de la castidad, el de dar la vida por los hermanos, etc.- es porque acaso nos acercamos a la Eucaristía sin reconocer el Cuerpo del Señor. Cumplirlos, es imposible, dicen algunos y tienen razón, pero Cristo nos da el modo de hacerlos posibles y fáciles: su carne, su vida dentro de nosotros.
También por eso, acaso, se ha puesto en este domingo la celebración del “Día de Cáritas”, Día de la Caridad con una colecta para ayudar a los programas sociales y asistenciales de las Cáritas Diocesanas.
5.- Pero La solemnidad del Corpus Christi -et Sanguis Christi- tiene finalmente, una característica especial -propia y única al año en este día a nivel de Iglesia universal- y es que es llevado el Santísimo Sacramento en procesión- la más importante del año. No se trata de sacar una imagen sino la realidad de Cristo vivo, hecho Pan que da la vida eterna, como acabo de explicar.
Después de la Misa de esa solemnidad, los fieles, la Iglesia acompaña en procesión a su Señor Sacramentado -realmente presente y vivo en la Hostia consagrada en la Misa- en un recorrido por algunas calles del centro de nuestra ciudad o de los pueblos. Es Jesús el mismo que nació, murió y resucitó en Palestina, el mismo que está a la derecha de Dios Padre.
Se hace -se debe hacer- con solemnidad, con cantos y plegarias, con luces e incienso, con las mejores galas, es el día de la exaltación de la Eucaristía- pero, sobre todo, con fe viva, con entusiasmo, con amor ardiente y caridad sincera, manifestando con nuestra presencia nuestra fe en el misterio eucarístico. Faltar a esta procesión es como faltar a Misa un Domingo.
Pero, si esto hacemos un día al año, es -entre otras muchas finalidades- para descubrir de nuevo que “Dios está aquí” (según cantamos) y esperándonos en el Sagrario todos los días del año.
Concluyo esta exposición de puntos y temas con un texto del Magisterio de la Iglesia:
«Permaneciendo ante Cristo, el Señor, los fieles disfrutan de su trato íntimo, le abren su corazón pidiendo por sí mismos y por todos los suyos y ruegan por la paz y la salvación del mundo. Ofreciendo con Cristo toda su vida al Padre en el Espíritu Santo, sacan de este trato admirable un aumento de su fe, su esperanza y su caridad. Así fomentan las disposiciones debidas que les permiten celebrar con devoción conveniente el memorial del Señor y recibir frecuentemente el Pan que nos ha dado el Padre» (Cf. Instrucción Misterio Eucarístico, n. 50).
6.- Unas preguntas para ser pautas de comportamiento eucarístico.
Solamente a la luz de este texto ya surgen unas preguntas para ser pautas de comportamiento eucarístico, para dar sabor de Eucaristía a toda nuestra vida de cristianos y, a fuerza de ser adoradores en la ARPU, con mayor motivo y urgencia:
1ª.- «Permaneciendo ante Cristo, el Señor, los fieles disfrutan de su trato íntimo.
¿Disfruto yo de Dios vivo en el Sacramento cuando voy a adorarlo, celebrarlo, visitarlo, acompañarlo…? ¿A diario si es posible?
2ª.- “Le abren su corazón pidiendo por SÍ mismos y por todos los suyos…”.
Los míos ¿quiénes son?: La familia, la Iglesia, el Papa, los obispos, sacerdotes y diáconos, los religiosos, las familias… y ¿ruego por ellos? Y ¿por la paz y la salvación del mundo? (Cf. art. 9 de nuestros Estatutos mencionados). Si así lo hago, Él no dejará de abrirme su Corazón, “manso y humilde”, para aprender de Él como han hecho los Santos.
3ª.- “Ofreciendo con Cristo toda su vida al Padre en el Espíritu Santo”.
¿Lo hago cada día en el ofrecimiento de obras? ¿Lo renuevo durante la jornada alguna otra vez? ¿Lo hago rezando cuando me ofrezco con Cristo al Padre en el Espíritu Santo en el santo Sacrificio del Altar “con mi oración y mi trabajo, sufrimientos y alegrías de hoy, (de cada día) en reparación por nuestros pecados y para que venga a nosotros su Reino, en especial por el Papa y sus intenciones, por nuestro Obispo y sus intenciones, por nuestro párroco y sus intenciones?”; y ¿por la ARPU y sus necesidades?
4ª.- “Sacan de este trato admirable un aumento de su fe, su esperanza y su caridad”.
¿Se nota que aumenta mi fe, mi esperanza y mi amor? Para decirlo con una estrofa del Adorote devote… “Haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y te ame, Señor”. ¿Lo notan los demás y pueden decir:.. éste es adorador, se nota que medita el Evangelio, éste visita a Jesús Sacramentado, se nota que cree y ama…¿éste va a Misa y comulga…?, ¿Se le nota en algo?
5ª “Así fomentan las disposiciones debidas que les permiten celebrar con devoción conveniente el memorial del Señor”.
¿Es verdad que celebro así el Memorial del Señor resucitado (la Santa Misa)? ¿Cómo son mis comuniones sacramentales?, y ¿mis visitas y ratos de adoración y compañía al Santísimo? ¿Preparan y prologan los efectos que produce de por si nuestra Misa -tu Misa-, Jesús?
Así sean. Así sea en nuestras Misas, en mis comuniones sacramentales, así en nuestras visitas y ratos de adoración y compañía al Santísimo.
6ª.- “Y recibir frecuentemente el Pan que nos ha dado el Padre«.
¿Noto que comulgar produce todos los efectos que quedan expuestos en esta Carta eminentemente eucarística? ¿Cuáles son, según hemos dicho y expuesto? (Son puntos de examen y plan de vida eucarística)
7ª.- Finalmente, la celebración del Corpus Christi ¿es verdad en mí que dura todo el año? Ayudo a que lo sea de verdad en otras personas concretas a las que yo puedo tratar y ayudar?
Estará bien y será buena señal de que lo celebramos y vivimos bien el darnos algún testimonio comentando cómo habéis celebrado y vivido este año la solemnidad del Corpus Christi: personal y comunitariamente; servirá, si nos lo enviáis, para aprovecharnos y motivarnos a los demás. Por nuestra parte lo hacemos desde Burgos.
Os dejo estos puntos concretos de examen, insisto, de oración y mejora durante este mes y para el otro, y para toda la vida cristiana, llamada a ser eucarística como miembros de la ARPU. Buen programa de contenidos y sabores eucarísticos, apostólicos, para este verano y para todo el año, digo.
La doctrina que expongo en cada Carta Circular o Pastoral es válida lógicamente para siempre, por encima o debajo de las circunstancias y motivos del tema escogido y tratado.
Así sea, así os lo deseo, así también lo pido para vosotros y todos que la lean.
«¡Oh gran prodigio del amor divino, milagro sin igual, prenda de
amistad, banquete peregrino do se come al Cordero celestial!».
“¡Salve, verdadero Cuerpo, nacido de la Virgen María…!»
Salvadas las distancias algo así como dice el papa San Juan Pablo II “con la presente Carta encíclica, deseo suscitar este ‘asombro’ eucarístico” (n.6).
Burgos, 1 de julio de 2020.
Vuestro Consiliario Nacional, José Luis Esteban Vallejo, Pbro.