ADORACIÓN REAL, PERPETUA Y UNIVERSAL AL SANTÍSIMO SACRAMENTO (ARPU)
Diciembre 2023
“MEMENTO, Adorador”: Acuérdate de que en este mes…
Éste es el título de uno de nuestros apartados en nuestras publicaciones mensuales, además de las ya consolidadas Cartas y Noticieros. Se trata de “memorare” o “recordare” para traer a la memoria y al corazón acontecimientos, efemérides, aniversarios, fiestas principales, avisos, normas de funcionamiento de la ARPU, medios también de formación y animación que nos ayuden a coger y asimilar más y más el “espíritu” y las “normas” de nuestro precioso carisma.
Según esto, recordamos en este mes de Diciembre:
1.- Un año sin don José Luis, pero siempre presente su recuerdo en nuestras reuniones de Formación y Eucarísticas. Convencidos de que está en un buen lugar, al lado del Señor que tanto amó, veló, oró y adoró, intercederá por la ARPU para que cada día seamos más los adoradores del Señor.
Siempre recordaremos su “celo y amor eucarístico” manifestado en sus publicaciones y en sus “60 Cartas-Circulares de Consiliario Nacional de la ARPU”.
2.- Tiempo de Adviento:
“Señor, Jesús, al comenzar este tiempo de Adviento ponemos en ti nuestra confianza.
Fortalece nuestra esperanza para saber descubrirte ya presente entre nosotros.
Despiértanos de nuestros sueños y levántanos de nuestro egoísmo.
Prepara nuestros corazones para que se conviertan en la casa amable y humana en la que Tú puedas nacer.
Te esperamos y salimos a tu encuentro.
Cuando llegues, llenos de alegría te daremos el mejor de nuestros abrazos.
Señor, que este tiempo de adviento nos ayude a vivir centrados en Jesús.”
3.- San Carlos de Foucauld (1858, Estrasburgo/Francia – 1916, Tamanrasset/Argelia), Sacerdote francés, evangelizador del Magreb y cercano a los pobres desde la Eucaristía.
Don José Luis, en su libro de “Figuras y textos eucarísticos” le dedica la figura nº 91:
Nacido en 1858 en Estrasburgo, Carlos de Foucauld ingresó en 1876 en la Escuela Militar de Sainct-Nieves. En 1897, llegó a Nazaret, donde estuvo tres años como criado de unas monjas clarisas. Ya en 1900 volvió a Francia para ordenarse sacerdote un año después. Inmediatamente después de recibir el sacerdocio, se trasladó en octubre de 1901 a Beni-Abbés (Argelia), donde escribió el libro El evangelio presentado a los pobres del Sáhara y revisó otra de sus obras La Regla de los Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón.
Finalmente, en 1905, se instaló Tamanraset, donde escribió los Estatutos de la Asociación de Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón. Y en 1916, murió de manera violenta y dolorosa, fue asesinado. Su ejemplar vida le ha llevado a los altares, con beatificación en Roma el domingo 13 de noviembre de 2005 y canonizado el 15 de mayo de 2022, por el Papa Francisco.
«Cuanto más se ama, mejor se reza»
Carlos de Foucauld ha sido definido por quienes más le conocen como un hombre de nuestro tiempo, crítico y disconforme, pero con un don para la provocación en su juventud. Su proceso de conversión y hacia la santidad le hace muy cercano a nuestros tiempos. Cuando descubrió a Cristo como el camino hacia la perfección, habló muchas veces de conceptos como «el apostolado de la bondad», la necesidad de «abrazar a Jesús que está en la cruz», la pertenencia y adaptación al país donde se encontraba (Argelia) y el descubrimiento de «la vida escondida» de Jesús. Es especialmente conocida su oración de abandono: «Padre, me abandono a ti. Haz de mí lo que quieras. De lo que hagas de mí, te doy gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo…”
Esta espiritualidad de su vida, los escritos y enseñanzas se han convertido, desde principios del siglo XX, en el principal alimento espiritual de lo que hoy es ya una gran familia en el tejido eclesial.
Más de 11.000 personas (10 congregaciones religiosas y 9 asociaciones de vida cristiana) viven actualmente bajo el carisma del hermano Carlos, lo que dibuja la semilla de santidad que dejó este misionero de la vida interior y que la Iglesia ahora reconoce elevándole a los altares.
Dentro de esta espiritualidad “bastantes congregaciones religiosas -entre ellas, la familia espiritual del Beato Carlos de Foucauld, canonizado ya- han unido íntimamente la adoración eucarística y el servicio a los pobres, pues el mismo Jesús que dijo: “esto es mi cuerpo” (Mt. 23,26), dijo también: “lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hicisteis” (Mt, 25,40) [1].
La pregunta es inevitable: ¿de dónde sacaba el hermano y misionero universal la fuerza, el consuelo, la compañia, la constancia, en medio de un mundo de musulmanes? se dice que él personalmente a pesar de su bondad y apostolado de amistad no logró convertir a nadie de ellos. ¿Podéis imaginar mayor soledad para un cristiano? Yo me lo imagino sacerdote celebrando él solo la Santa Misa por todo el mundo (especialmente por los musulmanes de Argelia) y pasando horas y horas ante el Sagrario encomendando la conversión de los musulmanes y creyendo de verdad en la eficacia redentora de su Misa y oración de adoración, compañía y petición, desagravios eucarísticos ante Jesús Sacramentado.
Y todo ello a pesar de las apariencias y realidades contrarias (no ver fruto visible y de momento).
Todo ello ha dado su fruto; una vez más se demuestra que caído en tierra el grano de trigo, (fue asesinado, si no por odio a la fe, sí por error y ¿maldad? de aquellos a quienes él quería tanto) es cuando se da fruto. En este sentido yo le coloco como figura eucarística por su misteriosa unión con Cristo en el Santo Sacrificio del Altar, en el Sagrario, en la Comunión, en la adoración y compañía al Santísimo, en la unión con la Iglesia universal en medio de su soledad, en la práctica de la caridad universal, fruto de la eucaristía, también cuando se hace tan duro llevar la Cruz del Señor por un solo cristiano-sacerdote (visiblemente, si toda la Iglesia estaría presente en él y con él) como avanzadilla de la misión evangelizadora entre las gentes paganas de otras religiones de Argelia.
Como texto suyo eucarístico relacionado con la Encarnación inserto el siguiente:
La Encarnación: un contacto familiar y estrecho
«Para salvarnos, Dios vino a nosotros, se mezcló con nosotros en el contacto más familiar y estrecho, desde la Anunciación a la Ascensión. Para la salvación de las almas, sigue viniendo con nosotros, mezclándose con nosotros, viviendo con nosotros en el contacto más familiar y estrecho, cada día y en toda hora en la Santa Eucaristía. Así, para trabajar por las almas, también nosotros debemos ir a ellas, mezclarnos con ellas, vivir con ellos en un contacto familiar y estrecho»
El Papa Benedicto XVI en su discurso al final de la ceremonia de beatificación (13-X1-2005) resumía su testimonio con estas palabras: «Mediante su vida contemplativa y escondida en Nazaret, encontró la verdad de la humanidad de Jesús invitándonos a contemplar el misterio de la Encarnación. Allí aprendió mucho sobre el Señor, a quien quiso seguir con humildad y pobreza. Descubrió que Jesús, que vino a congregarnos en nuestra humanidad nos invita a la fraternidad universal, que él vivió en el Sahara, y al amor del que Cristo nos dio ejemplo. Como sacerdote, puso la Eucaristía y el Evangelio en el centro de su existencia, las dos mesas, de la Palabra de Dios y del Pan, fuente de la vida cristiana y de la misión».
[1] Ricardo Blázquez Pérez, , Discurso inaugural a la Asamblea Plenaria de la C.E.E. (Madrid 21-XI-2005)