ADORACIÓN REAL, PERPETUA Y UNIVERSAL AL SANTÍSIMO SACRAMENTO (ARPU)
MAYO 2023
Del libro: “LA EUCARISTIA AL RITMO DEL TIEMPO Y DE LA VIDA DEL CRISTIANO” de José Luis Esteban Vallejo.
Manual del adorador de Jesús Sacramentado en la Adoración Real, Perpetua y Universal (ARPU): doctrina-oración-práctica.
Texto seleccionado por Doña Trinidad Ordás
LA EUCARISTIA EN LA VIDA DEL CRISTIANO ADORADOR (en la ARPU) A RITMO SEMANAL
4.3. EI ENCUENTRO EUCARÍSTICO SEMANAL: LA MEDIA HORA DE ADORACIÓN AL SANTÍSIMO
«Como norma general, cada miembro de esta Obra se compromete a practicar un día a la semana, media hora de adoración al Santísimo Sacramento, escogiendo la que prefiera» (art. 4º).
1.-Es la norma fundamental de nuestro Movimiento eucarístico; es digamos el eje sobre el que gira la espiritualidad características de un (a) adorador(a) que repercute en toda su vida; es, digamos, una de las concreciones que la Instrucción Eucarístico Misterio señala sobre el culto a la Eucaristía fuera de la Misa.
Se apoya en el dogma de fe de la -real, verdadera, substancial- presencia de Cristo en la Eucaristía. En la Sagrada Eucaristía está Jesucristo, contenido por los signos del Sacramento (pan y vino), pero completo: su cuerpo glorioso, su alma humana, -santísima- y su Persona Divina que se hacen presente, por las palabras de la consagración la acción del Espíritu Santo (Epíclesis).
Su Cuerpo y su Sangre: aunque sólo se guarde en el Sagrario -normalmente- la especie del Pan consagrado, Jesús está en estado glorioso; «el Espíritu el que da vida», si no fuera así, «la carne no serviría para nada» (Jn.6 63). Por tanto, Cristo entero con su Humanidad santísima su Divinidad.
En la Consagración se hace presente, se ofrece en la Santa Misa en Sacrificio al Padre por obediencia y amor, y por nosotros y nuestra salvación; se nos da en comida en la Comunión, pero en la adoración eucarística fuera de la Misa el Señor desea que correspondamos a ese amor y entrega que Él continúa en tal estado: Él desea ser amado, adorado, visitado, acompañado, consolado, reparado por todos… No quiere estar solo, abandonado…, su misma presencia real, sustancial indica una finalidad, se quedó por algo: por amor y espera correspondencia de nosotros.
2.-La ARPU es una Obra de correspondencia al amor de Cristo Eucaristía (cf. Estatutos, art.2).
En lógica correspondencia hemos de ir a verlo -con los ojos de la fe-, a encontrarlo, a acompañarlo, a adorarle… como Zaqueo, como aquellas multitudes que tenían puesta en Él toda su confianza; como acudían los ciegos, enfermos: «Señor, que vea, Señor, aquel a quien amas está enfermo, si quieres, puedes curarme; más aún, con el afán y el amor con que le buscaron los Magos (largo viaje) y «le encontraron con María su Madre» (cf. Mt. 2, 1 1) y más aún José y María lo buscaron angustiados y lo encontraron (a los tres días) en el templo (cf. Lc. 2,40-52); así nosotros en el Sagrario o en la Hostia consagrada. Consideremos, puesto que es el mismo Jesús es Belén, de Betania, de Cafarnaúm, en el Evangelio de cada día, que es ahora glorioso quien nos recibe en audiencia de amor.
3.- Cuentan -y es verdad– que Edith Stein, una judía filosofa racionalista, agnóstica, se convirtió al catolicismo por ver hacer una visita al Santísimo Sacramento. Había nacido en 1891, en una familia judía de Breslau, por entonces territorio alemán. Todo en ella hacía presagiar una vida bajo el signo del puro «racionalismo». Pero la gracia la esperaba precisamente en las sinuosidades del pensamiento filosófico: orientada línea de la corriente fenomenológica; entró en contacto con el pensamiento filosófico y, en concreto, con el pensamiento cristiano representado, por la mejor tradición del cristianismo: el de san Agustín, con el tomismo (Santo Tomás de Aquino), con el pensamiento místico de Santa Teresa de Jesús, el de Santa Teresa del Niño Jesús. Pero la esperaba también la gracia para la conversión en un episodio tan sencillo como éste: un día Edith Stein entra en una iglesia católica de Alemania, ve que alguna señora, ama de casa, entra en ella, deja la bolsa de compra a la entrada, se adelanta hacia el Sagrario, se pone a rezar -adorar- con devoción, a solas. Pregunta por qué así, a quién reza; le explican: es Cristo quien invita, está en el Sagrario, es el mismo Dios trascendente de los judíos que aquí se hace tan cercano, tan Emmanuel (Dios con nosotros) que se le puede hablar de las cosas de cada día, de la cesta de la compra, de la comida y bebida, del alimento, del trabajo de cada día; es la Maravilla de su amor, la Maravillas de todas las maravillas. Este sencillo y elocuente testimonio de fe de una sencilla mujer fue un detonante de su conversión y de hacerse católica. Este Dios, el que nació en Belén, este Dios sencillo, el que está en la Sagrario es el verdadero.
Pensar que cuando uno quiera tiene -puede tener- audiencia con Él, que ÉI recibe a todos y a cada uno al mismo tiempo porque es Dios, en audiencia privada es algo transformante. Tener Alguien que te pueda entender, escuchar, recibir, consolar; con quien puedes tratar de todo lo que te pasa, también de la cesta de la compra, ¡qué maravilla! Se convirtió, se preparó para el Bautismo, la Confirmación la Eucaristía, luego y entró en el Carmelo ¡carmelita descalza!; significativamente tomo el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz; Teresa: por el influjo de la santa mística 1a española; de la Cruz: en ella todo expresa el tormento de la búsqueda y la fatiga de la “peregrinación” existencial. Aún después de haber alcanzado la verdad en la paz de la vida contemplativa, debió de vivir hasta el fondo misterio de la Cruz: ya por el hecho de que madre no estaba de acuerdo con su conversión ¡qué desgarro interior! y. sobre
Todo, porque Edith hizo suyo el sufrimiento del pueblo judío a medida que este se agudizó en la feroz persecución nazi, que sigue siendo junto a otras graves expresiones del totalitarismo, una de las manchas negras más vergonzosas de la Europa del siglo XX. Sintió entonces que en el exterminio sistemático de los judíos se cargaba la cruz de Cristo sobre su pueblo, y vivió como una participación personal en ella su deportación y ejecución en el tristemente famoso campo de Auschwzitz-Birkenau. Su grito se funde con el de todas las victimas de aquella inmensa tragedia, pero unido al grito de Cristo, que asegura al sufrimiento humano una misteriosa y perenne fecundidad.
Así, pues, su conversión, su imagen de santidad y de martirio, queda para siempre vinculada al misterio de Jesús Eucaristía, misterio y drama de la Cruz que se actualizó en ella y para nosotros. Por eso, ella fue perseguida y muere en la cámara de gas, como mártir. Juan Pablo II la canonizó en 1990, y la ha nombrado en Carta Apostólica «Motu Propio» la Copatrona de Europa el 1 de octubre del 1999 juntamente con Santa Catalina de Siena y Santa Brígida.
4.- «¿Receta para hacerse grande? .Hacerse Sagrario. » Preguntaba y respondía el beato Don Manuel González en Un Corazón hecho Eucaristía (cf. n. 32) y continuaba «¡Cinco minutos de Sagrario! (…). Todavía no se ha inventado «el contador» que mida todo lo bueno que sale de un Sagrario durante la visita de cinco minutos». En la norma fundamental semanal de la ARPU son treinta minutos.
5-Posibilidades y aplicaciones prácticas:
1ª. Dentro de la libertad que tiene cada adorador sugiero que -a veces- se empleen formularios hechos, se hagan intenciones dadas o perdidas, se pongan industrias humanas para hacer que las medias horas sean muy provechosas. Habrá quien desde siempre le ayuda el formulario de 15-30 minutos en compañía de Jesús Sacramentado; hay quien puede y sabe hacer actos expresos de fe, esperanza, caridad, desagravio, hay quien viene a poner intenciones concretas (Nuestros Estatutos señalan entre otras, éstas concretas:
-.»(…) por el Vicario de Cristo y sus anhelos como Pastor supremo;
-. el aumento de vocaciones sacerdotales y religiosas y que realicen santamente su misión;
-. la formación de familias profundamente cristianas;
-. la preservación de los niños y jóvenes del ambiente pagano y materialista mediante una educación en la fe y en la piedad que los fortalezca, prepare para luchar contra el ateísmo y la inmoralidad, como perfectos católicos;
-. la concordia entre todos los hombres y pueblos, y la paz y unidad de la lglesia, así como otras necesidades innumerables propias y ajenas, espirituales y materiales que reclaman la eficaz ayuda de necesidades de la propia nuestra oración, sin olvidar las Parroquia» (Art. 9).
2ª. Habrá quien se pasará la media hora tratando al Señor de sus cosas y de las propias según el Espíritu le dé a entender al y saborear, habrá quien no sepa más que decir. «aquí está Juan, el lechero… como aquel labriego de Ars: «Él (Jesús) me mira y yo le miro»; basta que conversemos con sobre las preocupaciones que tenemos, del quehacer profesional, de las dificultades que lleva consigo toda existencia humana, pero también de las ilusiones nobles, legítimas; hasta de la intensidad del trabajo, del cansancio, a veces, de las relaciones con los demás…
3ª. No dejemos de referirle todo que nos lo que nos suceda en ese día o semana: el amor la entrega a la familia y la educación de los hijos, el servicio a los demás, el apostolado por acercar a otros hacia Él: «Señor, son para ti, son para tu gloria».
Si no fuera así, de qué íbamos a hablarle. Hablaremos de sus cosas que son -deben ser- las nuestras y de las nuestras que son también suyas: «hijo mío, todo lo mío es tuyo» nos dirá como al hijo prodigo, le hablaremos de «las cosas del Padre» (Lc.15, 31), de sus planes de salvación para los hombres, le adoraremos porque es Dios, estaremos con Él como los amigos de Betania: Marta, María y Lázaro; o como los apóstoles que le contaban al Maestro las pequeñas o grandes incidencias de su vivir diario, o le preguntaban sobre lo que no entendían: «Señor, explícanos la parábola; Señor, enséñanos a orar..» ahora, así ya estamos orando. Es el mismo Jesús, a quien tenemos tan cera en el Sagrario, SI queremos.
4ª. A la vez la adoración o visita eucarística al Señor ha de enriquecer todas las circunstancias por las que hemos de pasar. Cerca de Jesús recibiremos luces para actuar, mociones a la voluntad, aprenderemos ser mejores amigos de nuestros amigos, a vivir en plenitud la justicia y lealtad en las tareas de cada día, de la profesión, del hogar, a ser más humanos, a permanecer abiertos y disponibles para atender las necesidades de otros.
5ª. Hagamos la prueba y veremos que todo esto es verdad ¡claro! porque el trato con Jesús Sacramentado también lleva al compromiso:
Invita suavemente a seguirle: «Si quieres… sígueme; ámame; amaos unos a otros, amaos de corazón; id por todo el mundo”. Es decir, de alguna · manera nos recuerda y repite todo el Evangelio porque ese Jesús del Sagrario es «el mismo ayer, hoy y siempre» (Heb.13, 9)
6ª. Y qué mejor recompensa por ir a visitarle y estar con él media hora (según esta norma fundamental que comento) que dársenos Él mismo en comida. Efectivamente, este Jesús vivo, morador del Sagrario es Pan vivo bajado del Cielo para ser comido: no concluyamos el compromiso semanal -quien pueda hacerlo con mayor frecuencia, mejor- sin una comunión espiritual. Y así ¡qué mayor premio que aumentar nuestra capacidad de amar a Dios ya los demás!; y por mucho que ames nunca querrás bastante: el corazón del hombre tiene una capacidad de dilatación enorme y sólo el Corazón de Jesús eucarístico te lo puede llenar.
¡Sea por siempre alabado el Corazón de Jesús sacramentado! Y Tú, Virgen María, y Vos, San José, primeros adoradores de Jesús Encarnado, ¡ahora Sacramentado! enseñadnos a tratarle, a adorarle, a hablarle, a aprender de Él, a alimentarnos, a vivir como vosotros para Jesús Eucaristía.
7ª. En fin, infinidad de medios, métodos, formas, recursos, fórmulas, etc…,[1] pero lo esencial es acompañar a Quien se ha dignado acompañarnos en este destierro que, gracias a Cristo Eucaristía, se convierte en Paraíso en la Tierra; debemos hacerlo en actitud adorante, tratando de aprender a conocer y amar al Corazón que tanto nos ama, para ser transformados y quedar emplazados para una nueva visita -audiencia de amor- con Jesús Sacramentado.
[1] Cf. Laurentino Gómez Montes, Oracional Eucarístico, Gijón 1993, 296 p.