María, sumérgeme en el Sacrificio Redentor de tu Hijo. Quiero entregarme a Él a través de ti. María, me falta buena voluntad y soy totalmente inconsciente de cuán bueno es para mi alma el anhelo de la espera de la Eucaristía. Espera tú por mi la Misa. Madre, anhela por mi al Señor, sé tú quien tenga en mí hambre de Dios, a ejemplo de tu Hijo. Suplica Madre la misericordia de Dios para mí y para todos los que encomiendo en mis oraciones. ¡Quiero vivir de la Eucaristía, Madre!
No permitas que, con mi indiferncia (mucho menos vountariamente), hiera a Dios que tanto me ama y deseo amar yo, ¡tan imperfetamente!
Quiero vivir sumergido en el Sacrificio Eucarístico para abrirme a la Gracia y ser más obediente a la voluntad de Dios; para ser un instrumento eficaz en sus manos, signo de esperanza en un mundo que te ha dado la espalda, un mundo sumido en el caos.